Judeoconversos en la Sevilla del siglo XVI | ||||||||
En 1545, por la imprenta de J. Cromberger, se dio a conocer la primera edición de la obra "Comienza el tratado que se dice Alborayque el qual trata de las condiciones y malas propiedades que tienen los conversos judayzantes". El título es muy expresivo; no sabemos si recoge un estado de ánimo u opinión general ni la difusión que tuvo, pero su publicación demuestra un ambiente favorable a su contenido. El Libro del Alboraique, que circuló profusamente en copias manuscritas (una se hizo en Sevilla el 15 de diciembre de 1489) e impresas -como la aparecida recientemente en Barcarrota (5)-, hizo una disección despiadada del converso, tachándola de hipócrita, pseudoprofeta, cruel, inhumano, engañador, traicionero, pomposo, soberbio y mil cosas más, hasta lanzar la acusación de que "la sodomía es venida de los judíos", el pecado por excelencia, la degeneración personificada. El autor -quizás él mismo un cristiano nuevo- se atrevió a más, sosteniendo que entre los conversos de Castilla apenas se encontraría un hereje, mientras que "en el reino de Toledo, Murcia, Andalucía y Estremadura apenas hallaredes de ellos christianos fieles". Era una falsa doctrina que podría haber suscrito Torquemada y que hubo de ser muy común en aquel tiempo, pues el mismo rechazo a la sospechosa fe del hombre meridional rezuma el "Tratado contra la carta del protonotario" del canónigo toledano Alonso Ortiz: "No es de maravillar que sin razón e discreción el pueblo blasfeme, viendo la multitud tan grande de los malos en el Andalucia". Y encima este gatuperio se arropaba en el caso del Libro del alboraique con negras pesadillas apocalípticas, que auguraban un próximo fin del mundo y, como aperitivo, una nueva destrucción de España a causa de los pecados de sus habitantes (es decir, de los conversos). Más aún. El cardenal D. Pedro González de Mendoza, arzobispo de Sevilla (1474-1482) escribió a los reyes diciéndoles que los cristianos nuevos ni eran cristianos ni eran judios, sino "ereges e sin ley", luego, como herejes, bien merecían un castigo ejemplar. El famoso Cura de los Palacios, Andres Bernal o Bernáldez, resumió a la perfección los reproches que se le hacían:
El judeoconverso fue mercader, prestamista, cambiador, banquero, médico, boticario...; jamás lo encontramos consagrado a faenas bajas o labores del campo. Se ha dicho que el judío jamás ha colocado una piedra sobre otra; no ha dejado un sólo cacharro, jarrón o cántaro hecho con sus manos, quizás una exageración pero que nos habla de sus actividades habituales. Sobre los oficios de los judios sevillanos, a primeros del XVI, nos cuenta Andrés Bernáldez, el famoso cura de Los Palacios:
Pese a que la judería hispalense había sido arrasada a finales del siglo XIV, los judíos, persistían como conversos (marranos o cristianos nuevos, españoles o procedentes de Portugal). En una ciudad abigarrada, heterogénea, variopinta y de gran movilidad les fue fácil enquistarse, diluirse, medrar y lograr puestos nada despreciables. El resto de la población, si conocía su origen, debería albergar hacia ellos antiguos recelos y envidias. Recelos porque los consideraba hipócritas, falsamente convertidos; envidia, porque no los veía ejercer oficios rurales y sí en "oficios de poblados", en cargos públicos y con excelentes haciendas.
Claro que, alcanzar ciertos cargos no era muy difícil, cuando el Estado arbitró las composiciones y sacaba los oficios a pública subasta; ellos, con sus capitales, podían hacer frente a las peticiones del soberano y comprar los empleos, y hasta sortear a los molestos estatutos de limpieza de sangre sobornando testigos falsos y cambiando apellidos. O para adquirir licencias y pasar al Nuevo Mundo, zona que les estaba prohibida, pero que también una composición les abrió en 1511. Este pase a ultramar se les facilitó más adelante, a raíz de la unión de las dos coronas ibéricas (España y Portugal), pues en este lapso, los conversos lusitanos sobre todo, aprovecharon la ocasión para entrar en Brasil, Río de la Plata y Perú. Conversos ricos figuran al lado de mercaderes italianos, colaborando o rivalizando, en productivos negocios del comercio y del préstamo-banco. A veces la colaboración concluía en enlaces matrimoniales, como aconteció con los padres de Mateo Alemán del Nero. El monto de sus fortunas y el caudal de sus negocios, así como su medro dentro de la vida política, les iba a acarrear disgustos. A partir de 1508 fue cuando Fernando el Católico propuso a los descendientes de personas condenadas o reconciliadas por la Inquisición las citadas "composiciones". En virtud de ellas, la Corona hacía un cómodo negocio con los cristianos nuevos, que entregaban unas cantidades y veían paliadas o anuladas una serie de medidas dadas contra ellos. En concreto, en ésta debían pagar 20.000 ducados de oro a cambio de poder recuperar los herederos de los penitenciados en el Arzobispo de Sevilla y Obispo de Huelva (zona del de Medina Sidonia), los bienes confiscados a sus antepasados. Es de suponer que muchos los habían recobrado ya, y que el soberano no hacía otra cosa que reconocer unos hechos consumados. Es también digno de notar que en el negocio tuvieron parte cristianos nuevos, los cuales se prestaban a extorsionar a sus correligionarios. Una nueva composición (1511), incorporaba a las ventajas de 1508, la posibilidad de viajar a las Indias durante dos años para negociar, y la casi rehabilitación social. Claro que ahora se les pedía 80.000 ducados, a pagar en plazos como la vez anterior. Dejando de lado los obstáculos que había que salvar antes de lograr lo concedido- lentitud burocrática, celo de la Inquisición, etc.- lo importante radica en que la composición de 1511 corrobora algo dicho: que los judíos sevillanos ocupaban puestos públicos y habían solicitado del rey que se legalizara su situación. Asimismo, los padrones confeccionados a raíz de esta "merced" permiten atisbar un grupo de conversos sevillanos, con apellidos conocidos: Alcázar, Alemán, Baena, Bernal, Cazalla, Franco, Las Casas, Roelas, Luque, Morcillo, Ortiz, Palma, Santaella, Sisbón, etc. Notables por sus apellidos, puestos y hasta número. Conviene recordar dos cosas en este momento: que en 1480 hubo una intentona de conspiración o sublevación y que en 1482 se habían expulsado parcialmente a los judíos de Sevilla, los cuales eran los más numerosos y poderosos del país. Muchos de los perseguidos se refugiaron en tierras de nobles -duque de Medina Sidonia-, en tanto que otros que continuaron en la ciudad se vieron igualmente amparados por notables personajes.
La calidad de los judaizantes o conversos sevillanos o del reino de Sevilla, se aprecia al repasar la nómina de intelectuales tachados como de tales. Con ascendencia conversa se citan al filósofo Sebastián Fox Morcillo, al lingüista Arias Montano, al novelista Mateo Alemán, al clérigo Bartolomé de las Casas, al poeta Baltasar de Alcázar, al fundador de la Universidad hispalense Rodrigo Fernández de Santaella, y a algún que otro cardenal-arzobispo. Son simples botones de muestra de un grupo que supo infiltrarse en las altas esferas donde dominaba el capital, la política, la cultura o la religión, pese a los estatutos de limpieza de sangre (el Cabildo catedral lo impone en 1515 y la Universidad en 1537). Grupo que, al revés que el morisco, disminuyó biológicamente. No sufrió continuas cortapisas como aquéllos, ni la expulsión final, pero sí el repudio ante posible sangre herética. Contra este cerco espiritual se debatió el dramaturgo Mateo Alemán, que cambió de apellidos, sobornó a testigos y acabó yéndose a México rezumando rencor en su Guzmán de Alfarache. Es este un patético ejemplo; pero la verdad es que los judaizantes no debieran estar entre los grupos inasimilables, ya que si bien es cierto que muchos mantuvieron en secreto sus antigüas creencias, otros hicieron lo imposible por arrancarse cualquier vestigio que delatara su condición o la de sus antepasados.
(1) tejedores: tejedores de sedas, de terciopelos, de paños. Orilleros, los que tejían las "orillas" o pasamanos del vestido. Bancaleros o tejedores de bancales, los paños que se ponían sobre los bancos. Tundidores; remendones; toqueros o fabricantes de tocas; tejilleros (fabricantes de "tejillos" o ceñidores); boneteros; jubeteros; calceteros o fabricantes de calzas; sombrereros; agujeteros, es decir, los que hacían "agujetas" o cintas; los cordoneros y los colcheros. Al comercio de las telas se dedicaron los traperos; los sederos, gremio en el que se incluyen los "maestros de seda" y "torcedores de seda", los lenceros, los fustaneros, los "roperos" y los aljabibes o ropavejeros. También fueron buenos "tintores" y "tintoreros" [Volver al punto de lectura]
(2) Zurradores y curtidores; zapateros, borceguineros, chicarreros (siempre "chiquerreros" en las escrituras) o fabricantes de calzado para niños; chapineros o fabricantes de calzado para mujeres; servilleros o fabricantes de zapatillas; guadamecileros que repujaban el cuero; silleros y albarderos o frabricantes de albardas. [Volver al punto de lectura]
(3) Su conocimiento de los metales preciosos los convirtió en "afinadores" y "ensayadores", por lo que supieron hacerse imprescindibles en la Casa de la Moneda. Además de lucirse en calidad de plateros y "batihojas", entendieron de piedras preciosas como joyeros y lapidarios. También sobresalieron en otras técnicas: fueron esmaltadores, herreros, cerrajeros, arqueros o fabricantes de aros para las dovelas, espaderos, armeros, hebilleros, candeleros y latoneros. Otros fueron torneros, malleros o fabricantes de mallas, esparteros, alfombreros y olleros. [Volver al punto de lectura]
(4) Aceiteros, tratantes en aceite y sacadores de aceite; vinateros, mesoneros de vino y taberneros, carniceros y menuderos. Hubo muchos "corredores" en general y más en concreto "corredores de lonja", "corredores de bestias", de caballos, de pescado y de zumaque, empleado en las curtidurias. [Volver al punto de lectura]
(5) La Biblioteca de Barcarrota es una pequeña colección de libros -diez impresos y un manuscrito del siglo XVI- encontrada recientemente al hacer una obra, escondidos tras una pared de una casa en el municipio extremeño de Barcarrota (Badajoz). Entre ellos un ejemplar desconocido del Lazarillo de Tormes. Sobre esta colección, puede informarse en una web de la Universidad de Extremadura: http://www.unex.es/ubex/n14/sumar.htm [Volver al punto de lectura]
(6) De rebus Hispaniae memorabilibus, XIX 21. Repitió la observación en Carmina II, 2 69-70: "Sunt quibus assistit furtim qui Sabbata servat / et pronus digito qui sibi purgat anum" (A algunos les sirve a hurtadillas quien guarda el sábado y se limpia agachándose el culo con el dedo). Cita recogida y traducida por el profesor Juan Gil en op.cit. pág. 81 [Volver al punto de lectura]
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- Advogado - Nascido em 1949, na Ilha de SC/BR - Ateu - Adepto do Humanismo e da Ecologia - Residente em Ratones - Florianópolis/SC/BR
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sexta-feira, 17 de fevereiro de 2017
História judaica
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