San Telmo tiene la construcción más curiosa y enigmática de la Ciudad: se trata de la Casa Mínima, ubicada en el Pasaje San Lorenzo,
casi esquina con Defensa. Se la considera la más angosta de Buenos
Aires y sobre su historia sobrevuelan distintas versiones que terminaron
por otorgarle una impronta única. Desde hace algunos años forma parte
del complejo histórico El Zanjón de Granados. Y recientemente fue
restaurada y abierta al público. El origen de esta pequeña casa revela
también una parte de la historia de la Ciudad.
El frente de la casa mide 2,30 metros. Una vez que
se cruza el portal de entrada, y a simple vista, se nota que se ensancha
un poco, no mucho. Como en las típicas construcciones antiguas, lo que
pudo haber sido la cocina ocupa un lugar secundario, en el fondo del
predio. Y a este espacio, lo precede un patio al aire libre. Ahora se
encuentra despojado, pero uno de sus últimos habitantes - el artista
plástico Silvio Bassi - lo tenía lleno de plantas, como se puede ver en
las fotos que El Zanjón atesora como documentos de su pasado.
"Esta casa se trata del residuo arquitectónico de una estructura mayor.
Quizá su primera planta fue el altillo de la que está al lado, justo en
la esquina con Defensa, y que se construyó en los primeros años del
1800", cuenta Mariana Uberti, guía dela Casa Mínima y El Zanjón. La
antigüedad de la construcción se nota en las paredes de su habitación,
con revoques de barro batido y bosta, blanqueados con cal. Los especialistas en arqueología urbana consideran que se trata de la única de Buenos Aires con este tipo de materiales.
Para conocer el origen, los propietarios de esta casa fueron hacia atrás, buscando en los catastros más antiguos
de la Ciudad; incluso hallaron documentos en los que pudieron
identificar al primer dueño que tuvo la parcela. "Perteneció a Antón de
Porras y esto quedó asentado en el plano del primer reparto de lotes que
realiza Juan de Garay cuando lleva a cabo la segunda
fundación de la Ciudad, en 1580. Luego pudimos comprobar que, en
el 1700, estuvo en manos de Francisco Serrano; y más tarde, los
propietarios fueron los Peña. Pero cuando llega la última gran epidemia
de fiebre amarilla, en 1871, sucede en este sitio lo
que ocurrió en todo el barrio. Las familias comenzaron a mudarse hacia
el norte y dejaron estas casonas vacías o bien en alquiler, ya como conventillos", cuenta Uberti.
De hecho en esta casa de Defensa y Pasaje San Lorenzo llegaron a
funcionar tres conventillos, dos con puertas hacia Defensa y otro con
entrada desde el pasaje.
Es para estas épocas que la casa de los Peña se subdivide y nace como
unidad independiente la Casa Mínima, según detallan en El Zanjón. “En
el barrio comienza a circular la leyenda que dice que fue una casa que se le dio a un esclavo liberto.
La esclavitud se abolió en 1853 y podía llegar a suceder que se les
otorgara la libertad a las personas y, además, un lugar donde vivir. De
hecho, es la versión barrial que se escucha desde hace décadas”, explica
Uberti.
Desde el Centro de Arqueología Urbana de la Facultad de Arquitectura y
Urbanismo de la UBA descartan esa versión. El arqueólogo Daniel
Schávelzon coordinó trabajos de investigación en la casa y, junto con
los arquitectos y arqueólogos urbanos Jorge Ramos, Mario Sabugo, Pablo
López Coda y Mario Silveira, publicó el libro “Los conventillos de
Buenos Aires. La Casa Mínima: un estudio arqueológico”. Allí se da
cuenta del testamento escrito por su dueño, Andrés de la Peña: “Es mi
voluntad dejar como dejo, libre de toda servidumbre para después de mis días a la morena Josefa, mi esclava, en remuneración de lo bien y fielmente que me ha servido”. “El texto es contundente, no le cede terreno ni menciona siquiera que le alquila una habitación”, concluye Schávelzon.
Originalmente, una vieja escalera caracol de metal vinculaba el patio
con la habitación del primer piso (además, apuntalaba una suerte de
balcón que da al mismo patio y que se piensa que se hizo a fines del
1800). Se decidió removerla y en base a una obra del artista plástico
Pedro Figari -que pintó cuadros sobre la Casa Mínima-, ahora se diseñó y
colocó una nueva, de madera.
Ya en la habitación, lograron recuperar los marcos de las ventanas y en algunos sitios, como en la puerta, subsiste un color rojo punzó.
Shávelzon y su equipo concluyen: “El descubrimiento de este tipo de
pintura aplicada directamente sobre el sustrato de madera indicaría que
la habitación fue edificada antes o durante el gobierno de Juan Manuel
de Rosas (1829-1852)”.
Una visita al pasado remoto de Buenos Aires
Vale la pena darse una vuelta para conocer los rincones de la Casa Mínima, un símbolo de San Telmo y de la Ciudad. Se hacen cuatro visitas guiadas,
los viernes a las 15 y los domingos, a las 13, 14 y 16.30. Las
entradas, que salen $200 ($300 para extranjeros), se sacan en El Zanjón
de Granados (Defensa 755).
También es una buena oportunidad para descubrir los secretos del
complejo de El Zanjón de Granados, ubicado en la última manzana de la
zona sur de la ciudad fundada en 1580 por Juan de Garay. Por allí corría
el arroyo Tercero del Sur, conocido justamente como El Zanjón de Granados.
Bajo un edificio del siglo XIX, aparecieron restos del entubamiento de
ese arroyo. Y una exploración subterránea más allá de esa construcción
descubrió restos de cimientos, muros, pisos, aljibes y pozos ciegos
construidos y destruidos entre 1730 y 1865. La entrada sale $300. De
lunes a viernes, hay visitas de 12 a 16, y los domingos, cada media
hora.
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