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sexta-feira, 18 de junho de 2010

Demorou menos do que eu esperava

Na postagem de ontem ("Religião ou interesse econômico) sobre o Kirguistão, previ que logo apreceriam motivos econômicos-religiosos por detrás da desgraça. Vejam a notícia que segue:

EE.UU. y China, con un pie en Kirguistán

18/06/10

Por Jorge Castro - ESPECIAL PARA CLARIN

En 2001, Estados Unidos rompió su alianza con el entonces presidente de Kirguistán, Askar Akayev, al que había respaldado desde el colapso de la Unión Soviética (1991), que lanzó a la independencia a 15 países, entre ellos los cuatro de Asia Central (Uzbequistán, Kazajistán, Tayikistán y Kirguistán), rápidamente integrados en el marco de la OTAN.
Kirguistán se transformó en la principal ruta de aprovisionamiento para EE. UU. en Afganistán, a través de la base de Manas, una de las principales instalaciones del Pentágono en el mundo.


En junio de 2001, China creó con los 4 países de Asia Central más Rusia, la Organización de Cooperación de Shangai (SCO), organismo de seguridad; y tres días después anunció un préstamo por 10.000 millones de dólares para la región, incluyendo la compra de equipamiento militar.


China tiene con Kirguistán una frontera de 1.100 kilómetros, y la provincia fronteriza china es Xinjiang; allí se desataron (julio de 2009) disturbios que provocaron más 200 muertos, sobre todo de la etnia mayoritaria Han (90% de la población china).


El gobierno chino se propone unir con un ferrocarril superveloz Xinjiang y Kirguistán, en una línea cuyo destino final en 2025 es Frankfurt (Alemania), e incluso Londres. Ya están en construcción 12 autopistas desde China hacia los cuatro países islámicos del Asia Central, en primer lugar Kirguistán.


Al mismo tiempo China profundiza su presencia económica en Afganistán. Allí es el principal inversor extranjero. Sólo en la mina de cobre Aynak –una de las mayores del mundo– ha invertido 3.500 millones de dólares.


El 24 de marzo, China firmó acuerdos con el gobierno afgano del presidente Karzai para realizar inversiones hidroeléctricas, ferroviarias y de construcción. Esta semana, el gobierno norteamericano informó que ha descubierto en Afganistán yacimientos minerales –cobre, oro, cobalto, litio– por más de un trillón de dólares, que serían superiores a los de Chile, Australia y Canadá.


En 2005, el régimen de Akayev fue derrocado por una insurrección popular (Revolución de los Tulipanes), lanzada por la minoría uzbeka (14% de la población), que provocó más de 300 muertos, y fue sucedido por el actual “gobierno provisorio”, de mayoría kirguisa (65%), y respaldo de Estados Unidos.

En 1991, al caer la Unión Soviética, desapareció en cuestión de días el poder estatal en Kirguistán, establecido por Lenin desde la década del 20; y las dos comunidades que habían vivido pacíficamente una al lado de la otra durante más de 70 años –uzbekos y kirguises–, en menos de dos semanas desataron una ola de crueldad recíproca, con ejecuciones masivas y violaciones generalizadas. Desde 1992, las sucesivas guerras civiles en Asia Central han provocado más de 60.000 muertos. En síntesis, Kirguistán es un país en el que el poder estatal está en proceso de disolución, y en donde –a través de él– emergen los reclamos étnicos con carácter insurreccional. Su importancia estratégica depende no sólo de su ubicación, sino de que en él, los principales protagonistas mundiales son las mayores potencias del mundo: EE. UU. y China. En estas condiciones, las recíprocas “intenciones” chinas y norteamericanas son irrelevantes. “No hay nada más alejado de los acontecimientos que las intenciones de los protagonistas”, dice Raymond Aron

Fonte: Clarín (de Argentina)

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