Perfil

Advogado - Nascido em 1949, na Ilha de SC/BR - Ateu - Adepto do Humanismo e da Ecologia - Residente em Ratones - Florianópolis/SC/BR

Mensagem aos leitores

Benvindo ao universo dos leitores do Izidoro.
Você está convidado a tecer comentários sobre as matérias postadas, os quais serão publicados automaticamente e mantidos neste blog, mesmo que contenham opinião contrária à emitida pelo mantenedor, salvo opiniões extremamente ofensivas, que serão expurgadas, ao critério exclusivo do blogueiro.
Não serão aceitas mensagens destinadas a propaganda comercial ou de serviços, sem que previamente consultado o responsável pelo blog.



sexta-feira, 20 de abril de 2012

Para reflexão dos que defendem crucifixos em repartições públicas: "JESUS PASSOU POR ESTE MUNDO RETIRANDO CRUZES, NÃO COLOCANDO-AS"



Sor Lucía Caram, monja dominica

"La única religión válida es la del amor, lo demás es una profanación del nombre de Dios"

clipping

Sor Lucía Caram: "Jesús pasó por este mundo quitando cruces, no poniéndolas"

"Me gustaría mucho que la Iglesia organizara un Congreso de la Alegría"



Jesús Bastante, 19 de abril de 2012 a las 17:39


(Jesús Bastante).- "Descubrí que mi claustro no son los límites del monasterio, sino el mundo". Sor Lucía Caram es monja dominica, sin pelos en la lengua y la alegría a flor de piel. Tal vez por ello acaba de participar en el II Congreso sobre la Felicidad, celebrado en Madrid y auspiciado por la Fundación Coca-Cola. "Me gustaría mucho que la Iglesia organizara un Congreso de la Alegría", afirma.
-¿Cómo estás, sor Lucía? ¿Feliz?
-Feliz y con las pilas cargadas después de la experiencia del Congreso de la Felicidad, habiendo conocido a tantísima gente tan interesante, que también está buscando la felicidad.
-¿Cómo se habla de la felicidad en el mundo de hoy?
-Se habla de ella desde diferentes puntos de vista, pero creo que al final todos terminamos coincidiendo. Coca-Cola, cuando hace los estudios de la felicidad, pregunta a todo el mundo qué es la felicidad, y uno se encuentra con cosas muy variadas. Cuando hablan los diferentes especialistas, como los que hemos tenido estos días (Rojas Marcos, un monje budista, y gente que desde diferentes ámbitos de la ciencia explica la felicidad), encuentras con que algunos aseguran que incluso genéticamente estamos "programados" para la felicidad. Todo tiene que conspirar para que seamos felices. Es una riqueza impresionante saber que nuestra vocación es la felicidad, aunque algunos se equivoquen de camino. Todos buscamos la felicidad, que es algo que tenemos dentro. Lo que hemos compartido en estos días es que la felicidad, darse y compartir son prácticamente sinónimos.
-¿Quien ama es feliz?
-Sí, yo creo que ésa es la conclusión a la que hemos llegado. Cuando te preguntan si alguien que está en una situación de pobreza y sin dignidad es feliz... no queda claro que el que menos tiene sea más feliz. De lo que te das cuenta es que lo que ayuda a la gente a salir adelante, y lo que les da la felicidad, es amar y sentirse amado por alguien. Y esto es un motivo para salir más allá de su situación.
-Cualquiera diría que es un poco al revés, que estamos más predispuestos a la nostalgia, al pesimismo... ¿No se come el ser humano demasiado la cabeza?
-Yo me alegré mucho de que se organizara un Congreso de la Felicidad. Me gustaría mucho también que la Iglesia organizara un Congreso de la Alegría, o que tuviera una presencia muy significativa porque, en una situación tan crispada como la que estamos viviendo en estos momentos, parece que nos estamos diciendo: "La vida es triste, hagámosla peor". En medio de eso, hay gente que dice que tenemos que ir ligeros de equipaje por la vida, tener una actitud positiva, implicarnos en el cambio, creer que es posible... Y esto te recarga las pilas porque te hace creer que el cambio ya ha empezado, porque somos muchos los que estamos en lo mismo. En realidad las cosas no han cambiado, pero ese tono vital te hace asumirlas de otra manera.
-¿No hay días que es muy complicado tener esa actitud feliz?
-No tenemos las cosas fáciles. Pero yo, la verdad, cada día me siento con más fuerza. Estos días me preguntaban cuál es la receta de la felicidad. Yo creo que consiste en hacer un camino de retorno al propio corazón, reconciliarnos con nosotros mismos y con nuestra historia, y descubrir de lo que somos capaces. A partir de ahí, abrir los ojos y contemplar a la humanidad, a las personas que tienes a tu alrededor, crear un puente y salir de ti mismo. No puedes volver egoístamente a tu mundo y tus problemas cuando ves todo lo que está pasando. Eso también es un estímulo para trabajar con los otros, y cuando ves que son muchos los que crean alternativas, los que quieren dar su tiempo... te da una fuerza impresionante. Yo creo que es muy importante darnos tiempo para procesar las cosas, para que todo repose. Pero no podemos perder el tiempo: hay gente que lo está pasando muy mal. Y todos somos corresponsables. No podemos decir "éste no es mi problema", porque luego tendremos otro problema más grande. Con lo cual, esta maldita crisis que estamos viviendo, yo creo que está siendo una bendita oportunidad de compromiso, de solidaridad, de darnos cuenta de que nos habíamos creado muchas necesidades absolutamente prescindibles, y que muy pocas cosas son importantes. Posiblemente sólo una es importante: amar y sentirnos amados.
-¿La Iglesia no muestra su cara alegre? ¿Remarca lo negativo, lo oscuro, la parte pecaminosa... como si estuviera enfadada? ¿Cómo cambiamos el chip?
-Yo creo que todavía no nos creemos que estamos salvados, y que la Salvación es un don. Todavía estamos en el Viernes Santo, y parece ser que no lo hemos superado.
-¿Estamos en tiempos de Resurrección, y nos seguimos comportando como en tiempos de muerte?
-Totalmente. No hemos entendido el mensaje de Jesús. No quiero que nadie me malinterprete, pero piensa que nosotros empezamos la Cuaresma poniéndonos ceniza en la cabeza, cuando Jesús decía: "Vosotros, cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas y los fariseos. Perfumaos, y que nadie note vuestro duelo".
Por otra parte, pienso que cuando vas a una celebración, a una misa, la palabra celebración, precisamente, no se corresponde con la cara de la gente. Vamos a la "celebración" de la misa y, ¿qué estamos celebrando? ¿Qué cara ponemos cuando nos damos la paz? Yo creo que no hemos descubierto aún lo que es la eucaristía.
Estos días he reflexionado mucho, y para mí el gran descubrimiento fue que lo central de nuestra vida es la eucaristía. Jesús antes de marcharse de este mundo invitó a sus amigos para tener una cena con ellos. Yo creo que lo que define a un cristiano son tres cosas: ser amigo de Jesús, lavarnos los pies (servirnos mutuamente, el deseo de unidad...), y repartir el pan. Como dice Benedicto XVI: "Nos estamos devorando unos a otros". Y el pan es para compartirlo. A partir de ahí nace la convicción absoluta de que la única religión válida es la del amor. El amor que se hace servicio. Lo demás es una profanación del nombre de Dios y de la religión. Si tuviera que definir ahora mismo a los cristianos, diría que somos unos pésimos vendedores de un gran producto.
-¿No tenemos estrategia de marketing?
-No, porque no nos la creemos. A veces nos pesa demasiado la estructura, el dogma, la norma. Una de las cosas que decía Punset estos días, en el Congreso de la Felicidad, es que estamos asistiendo a la caída del "imperio del dogma".
-¿No es muy difícil, para una institución que ha sobrevivido tanto tiempo y a tantos cambios, quitarse de encima ciertos atavismos, ciertas inercias jerárquicas?
-Sí, pero si no nos sacudimos este tipo de inercias, nos quedan dos telediarios. Lo que tenemos que hacer en este momento es reciclarnos en el silencio, volviendo a la fuente (al Evangelio), y viendo qué es lo realmente esencial y qué es prescindible. Jesús pasó por este mundo precisamente quitando cruces, no poniéndolas. Y si la gente no viene a nosotros, a lo mejor lo que tenemos que hacer es ir a buscarlos.
Un joven me decía, a partir del spot publicitario del Día de las Vocaciones de los seminarios, que no entendía eso de rezar por las vocaciones. "Si vosotros hicierais algo que fuera realmente interesante, la gente vendría. No tendríais que suplicar", me decía. En América Latina nos quejamos de que muchas veces la gente de determinada zona se va al seminario para mejorar su estado de vida, para tener la vida asegurada aunque sea con un trabajo no muy bien pagado. Queremos desesperadamente que vengan, pero no sabemos lo que tenemos entre manos. Si ofreciéramos un espacio en el que se sientan bien, trabajaríamos juntos.
-¿Cómo te sientes como mujer dentro de la Iglesia?
-En el día a día, yo me doy cuenta de que tenemos un campo impresionante para trabajar, pero lo que a veces da un poco de pena es sentir que estás como en la frontera. No lo digo sólo por mí, sino por tantísimas mujeres que están trabajando en la investigación teológica, en el servicio... La mujer todavía no está siendo reconocida. Otra cosa es que la Iglesia ha tenido que aceptarlo por narices. No por convicción, sino porque no les quedaba otra.
-¿Es común en la historia de la Iglesia que los cambios se produzcan así, porque no queda otra, en vez de por convencimiento?
-Exactamente. Por eso yo pienso, cuando dicen que no tenemos vocaciones, que todavía tenemos muchas. Tenemos que creer que Dios era fiel cuando los seminarios estaban llenos, y ahora también, en la precariedad. A lo mejor son los signos de los tiempos, que nos están diciendo que Dios quiere otro cambio, otro tipo de presencia, de ministerios, de servicios. Y yo creo que hay muchas mujeres que están haciendo un servicio impresionante. Aquí mismo, en la Comunidad de Madrid, ¡la cantidad de religiosas que están trabajando en los barrios, en el Gallinero, con los inmigrantes, en las parroquias...! En cambio, resulta que es un papel totalmente secundario.
A mí me hizo mucha gracia cuando, una semana antes de la vista del Papa a Barcelona para consagrar la Sagrada Familia, me hizo una entrevista el famoso Follonero. Él me dijo que la mujer estaba siendo maltratada en la Iglesia, que nosotras estamos sólo para cosas secundarias, para limpiar, para atender a los curas... Y yo le dije: "¡Hombre, Jordi, eso era antes!". Pero es cierto que a veces parece que somos las mujeres las que no estamos invitadas al banquete, y ni siquiera a poner la mesa. Tan sólo a limpiarla.
-Háblanos de tu fundación en Manresa.
-El torno del monasterio fue para mí un espacio de grandes revelaciones, y no porque se me apareciera nadie. Simplemente porque, a raíz de la crisis, en el año 2008 empezó a aumentar de forma impresionante las personas que venían a pedir algo para comer. Nuestra comunidad tenía por norma compartir, y que nadie se fuera sin lo que necesitaba en este sentido. Pasamos de tener unas 15 personas que venían cada día, y tres familias a la semana; a tener, en 2009, 45 familias que venían cada día. Eso como comunidad ya no lo podíamos aguantar. Entonces, hicimos una llamada solidaria a la ciudadanía, y constituimos una Plataforma Ciudadana de Solidaridad. Nos trasladamos a un local en Manresa, y estuvimos así unos meses, dando alimento a esta gente, que la mayoría eran inmigrantes o jóvenes que no podían pagar la hipoteca y que estaban viviendo en los coches. Los primeros expulsados del sistema.
Esto fue creciendo, y en el mes de noviembre del 2009 teníamos 250 familias y unos 40 voluntarios. Y yo tenía ya una angustia vital, porque veía que tenía que pagar facturas y que no llegaba. Y en una noche de insomnio le escribí una carta a Rosa Oriol, la esposa de Salvador Tous (ellos son manresanos), pidiéndole que por favor nos echara una mano. A las 24 horas su hija se me presentó en el monasterio. Durante un año y medio nos estuvieron ayudando de forma totalmente discreta, no querían que se supiera nada. Hasta que nosotros decidimos que teníamos que hacer una Fundación, porque las empresas que nos estaban ayudando lo exigían para desgravarse. Necesitábamos un capital fundacional que no teníamos, y ellos lo pusieron. A partir de ahí hicimos los estatutos, vimos hacia dónde queríamos ir... no lo teníamos nada fácil. Los profesionales de la caridad de toda la vida nos lo pusieron fatal. "Lo que estáis haciendo es asistencialismo", nos decían. "Hay que dar la caña y enseñar a pescar". Y yo decía: "¡Pero imbéciles, no os daréis cuenta de que tendremos pescadores muertos de hambre! ¡Si no hay trabajo!". Nosotros no queríamos ser un recurso, sino ir a las raíces de la problemática que tenía esta gente. Necesitábamos un tiempo para escuchar y para ir abriendo camino.
Al final constituimos la Fundación. Tenemos a la familia Tous, que nos está ayudando de manera incondicional, y otras muchísimas empresas que están detrás de nosotros; y sobre todo tenemos, como yo digo, "un ejército de voluntarios". Más de 200 voluntarios, que son un capital muy importante. Ellos son el motor, porque por muchas empresas que haya detrás, con la necesidad que hay, es insuficiente. El éxito radica en el capital humano de gente que está cada día dedicando horas. Eso no tiene precio. Somos de las pocas fundaciones (y lo digo con mucho orgullo) que no tenemos a nadie contratado. Esto a algunos les resulta incómodo, y nos dicen que necesitamos profesionales. Pero la única diferencia entre nuestros voluntarios y los profesionales de la asistencia, es que unos cobran u otros no. Porque entre nuestros voluntarios tenemos gente capacitada en diferentes ámbitos, y gente que ha decidido dedicar su tiempo a los otros.
Escuchando a la gente, nos dimos cuenta de que lo que hacía falta era trabajo. Pero también hemos pensado que cuando salgamos de esta situación de crisis, tenemos que ir hacia un planteamiento de un decrecimiento económico. Nos hemos creado muchas necesidades que son totalmente prescindibles, y por otra parte nos estamos cargando el planeta. Por tanto, tenemos que crear trabajo, no de cualquier manera.
-¿De manera sostenible?
-Exacto. Estamos creando, por ejemplo, una cooperativa para trabajar el campo, con personas que vienen a la Plataforma de Alimentos. Hemos creado unos talleres de convivencia con mujeres de la Plataforma y voluntarias. Y todas aprenden. Hay algunas usuarias que son profesionales, y que enseñan al voluntario. Y así, juntos, ver si podemos crear una cooperativa para que mujeres que hace 10 años que no salían de cada puedan recuperar su autoestima. Y, por otro lado, que comiencen a ganarse algo por ellas mismas.
También estamos construyendo un albergue para gente que está en la calle. Y yo llevo ya unos meses pidiendo un espacio para construir un centro de día donde la gente pueda ducharse, por ejemplo. A mucha gente le han cortado la luz, le ha cortado el agua. Un centro de baja exigencia, pero que dé respuesta a esto. Ésta es una de las frustraciones que tengo, una espinita clavada. Pero me dicen que lo conseguiré, así que seguiré insistiendo.
-¿Qué hace una monja de clausura pasando tanto tiempo fuera? ¿No te dirán los críticos que la clausura es estar dentro, que estás haciendo demasiadas cosas? ¿No te preguntan que por qué te metiste a monja de clausura, si estás todo el tiempo fuera del convento?
-Yo entré en la vida religiosa porque quería hacer cosas para ayudar a la gente. Después de formarme, estudiar teología y estar unos años en frenética actividad, trabajando en las villas del gran Buenos Aires, sentí una profunda nostalgia, o necesidad, de algo más. No sabía bien qué era. Fue cuando di el paso y entré al monasterio. Estuve cinco años viviendo en Torrente, Valencia, y fueron años de gran felicidad para mí. Cinco años en lo hondo del surco: tiempo de silencio, de oración, de reflexión, de pasar las cosas por el corazón, de renovar amores... de tomar fuerza. Después me fui a Manresa.
Con toda esta fuerza y esta inquietud que tenía dentro, descubrí que la vida contemplativa no era sólo contemplar para adentro, sino contemplar, como dice Felicísimo Martínez, "con los ojos abiertos". Esto me cambió la vida porque, si tú ves, no puedes quedarte con los ojos cerrados. Es la imagen de la zarza que arde sin consumirse. ¿Qué es lo que le inquieta a Dios? Que ha oído los clamores de su pueblo y no lo puede soportar. Por eso nos envía. La gran manifestación mística y espiritual a Moisés es ésta: que Dios no lo soporta, y nos envía.
A partir de ahí fue todo movimiento: descubrí que mi claustro no son los límites del monasterio, sino también el mundo. Reconozco que es un caso atípico, por eso tengo una vida muy activa. Pero gracias a mi comunidad y a mi estilo de vida, tengo también mucho tiempo de contemplación y de estudio. Mi día empieza a las 5 y media de la mañana, y hasta las 9 y media o 10 de la mañana, estoy dedicando mi tiempo a la oración y a la reflexión. Si no, sería imposible hacer lo que estoy haciendo. Con lo cual, a los que me preguntan que por qué no dejo la vida contemplativa, les contesto que no tengo por qué dejarla. Al contrario: yo creo que ahí está la riqueza de carismas dentro de una comunidad, y que la vida contemplativa a mí me exige esto en estos momentos.
Dicen que todos los dominicos siempre tienen que citar a Santo Tomás. Pues bien, Santo Tomás, cuando se pregunta por la vida activa y la vida contemplativa, y por cuál de las dos es lo más perfecto, llega a la conclusión de que la vida mixta. Porque es mejor arder e iluminar, que sólo arder o sólo iluminar. Para iluminar tienes que arder. Nadie da lo que no tiene. Por tanto, mi lema, en este sentido, es "contemplar y dar lo contemplado".

Fonte: RELIGIÓN DIGITAL

Nenhum comentário: