Sor Lucía Caram, monja dominica
"La única religión válida es la del amor, lo demás es una profanación del nombre de Dios"
clippingSor Lucía Caram: "Jesús pasó por este mundo quitando cruces, no poniéndolas"
"Me gustaría mucho que la Iglesia organizara un Congreso de la Alegría"
Jesús Bastante, 19 de abril de 2012 a
las 17:39
Sor Lucía Caram, junto a Iniesta y Marc Coma
01
(Jesús Bastante).- "Descubrí que mi claustro no son los límites del
monasterio, sino el mundo". Sor Lucía Caram es monja dominica, sin pelos
en la lengua y la alegría a flor de piel. Tal vez por ello acaba de participar
en el II Congreso sobre la Felicidad, celebrado en Madrid y auspiciado
por la Fundación
Coca-Cola. "Me gustaría mucho que la Iglesia organizara un Congreso de la
Alegría", afirma.
-¿Cómo estás, sor Lucía? ¿Feliz?
-Feliz y con las pilas cargadas
después de la experiencia del Congreso de la Felicidad, habiendo conocido a
tantísima gente tan interesante, que también está buscando la felicidad.
-¿Cómo se habla de la felicidad en el mundo de hoy?
-Se habla de
ella desde diferentes puntos de vista, pero creo que al final todos terminamos
coincidiendo. Coca-Cola, cuando hace los estudios de la felicidad, pregunta a
todo el mundo qué es la felicidad, y uno se encuentra con cosas muy variadas.
Cuando hablan los diferentes especialistas, como los que hemos tenido estos días
(Rojas Marcos, un monje budista, y gente que desde diferentes ámbitos de la
ciencia explica la felicidad), encuentras con que algunos aseguran que incluso
genéticamente estamos "programados" para la felicidad. Todo tiene que
conspirar para que seamos felices. Es una riqueza impresionante saber que
nuestra vocación es la felicidad, aunque algunos se equivoquen de camino.
Todos buscamos la felicidad, que es algo que tenemos dentro. Lo que hemos
compartido en estos días es que la felicidad, darse y compartir son
prácticamente sinónimos.
-¿Quien ama es feliz?
-Sí, yo creo que ésa es la conclusión a la
que hemos llegado. Cuando te preguntan si alguien que está en una situación de
pobreza y sin dignidad es feliz... no queda claro que el que menos tiene sea más
feliz. De lo que te das cuenta es que lo que ayuda a la gente a salir adelante,
y lo que les da la felicidad, es amar y sentirse amado por alguien. Y
esto es un motivo para salir más allá de su situación.
-Cualquiera diría que es un poco al revés, que estamos más predispuestos a
la nostalgia, al pesimismo... ¿No se come el ser humano demasiado la
cabeza?
-Yo me alegré mucho de que se organizara un Congreso de la
Felicidad. Me gustaría mucho también que la Iglesia organizara un Congreso de
la Alegría, o que tuviera una presencia muy significativa porque, en una
situación tan crispada como la que estamos viviendo en estos momentos, parece
que nos estamos diciendo: "La vida es triste, hagámosla peor". En medio de eso,
hay gente que dice que tenemos que ir ligeros de equipaje por la vida, tener
una actitud positiva, implicarnos en el cambio, creer que es posible... Y
esto te recarga las pilas porque te hace creer que el cambio ya ha empezado,
porque somos muchos los que estamos en lo mismo. En realidad las cosas no han
cambiado, pero ese tono vital te hace asumirlas de otra manera.
-¿No hay días que es muy complicado tener esa actitud feliz?
-No
tenemos las cosas fáciles. Pero yo, la verdad, cada día me siento con más
fuerza. Estos días me preguntaban cuál es la receta de la felicidad. Yo creo
que consiste en hacer un camino de retorno al propio corazón, reconciliarnos con
nosotros mismos y con nuestra historia, y descubrir de lo que somos capaces.
A partir de ahí, abrir los ojos y contemplar a la humanidad, a las personas que
tienes a tu alrededor, crear un puente y salir de ti mismo. No puedes volver
egoístamente a tu mundo y tus problemas cuando ves todo lo que está pasando. Eso
también es un estímulo para trabajar con los otros, y cuando ves que son muchos
los que crean alternativas, los que quieren dar su tiempo... te da una fuerza
impresionante. Yo creo que es muy importante darnos tiempo para procesar las
cosas, para que todo repose. Pero no podemos perder el tiempo: hay gente que
lo está pasando muy mal. Y todos somos corresponsables. No podemos decir
"éste no es mi problema", porque luego tendremos otro problema más grande. Con
lo cual, esta maldita crisis que estamos viviendo, yo creo que está siendo
una bendita oportunidad de compromiso, de solidaridad, de darnos cuenta de
que nos habíamos creado muchas necesidades absolutamente prescindibles, y que
muy pocas cosas son importantes. Posiblemente sólo una es importante: amar y
sentirnos amados.
-¿La Iglesia no muestra su cara alegre? ¿Remarca lo negativo, lo oscuro,
la parte pecaminosa... como si estuviera enfadada? ¿Cómo cambiamos el
chip?
-Yo creo que todavía no nos creemos que estamos salvados, y
que la Salvación es un don. Todavía estamos en el Viernes Santo, y parece ser
que no lo hemos superado.
-¿Estamos en tiempos de Resurrección, y nos seguimos comportando como en
tiempos de muerte?
-Totalmente. No hemos entendido el mensaje de
Jesús. No quiero que nadie me malinterprete, pero piensa que nosotros
empezamos la Cuaresma poniéndonos ceniza en la cabeza, cuando Jesús decía:
"Vosotros, cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas y los fariseos.
Perfumaos, y que nadie note vuestro duelo".
Por otra parte, pienso que cuando
vas a una celebración, a una misa, la palabra celebración, precisamente, no se
corresponde con la cara de la gente. Vamos a la "celebración" de la misa y, ¿qué
estamos celebrando? ¿Qué cara ponemos cuando nos damos la paz? Yo creo que no
hemos descubierto aún lo que es la eucaristía.
Estos días he reflexionado
mucho, y para mí el gran descubrimiento fue que lo central de nuestra vida es la
eucaristía. Jesús antes de marcharse de este mundo invitó a sus amigos para
tener una cena con ellos. Yo creo que lo que define a un cristiano son tres
cosas: ser amigo de Jesús, lavarnos los pies (servirnos mutuamente, el
deseo de unidad...), y repartir el pan. Como dice Benedicto XVI: "Nos
estamos devorando unos a otros". Y el pan es para compartirlo. A partir de ahí
nace la convicción absoluta de que la única religión válida es la del amor. El
amor que se hace servicio. Lo demás es una profanación del nombre de Dios y de
la religión. Si tuviera que definir ahora mismo a los cristianos, diría que
somos unos pésimos vendedores de un gran producto.
-¿No tenemos estrategia de marketing?
-No, porque no nos la
creemos. A veces nos pesa demasiado la estructura, el dogma, la norma.
Una de las cosas que decía Punset estos días, en el Congreso de la Felicidad, es
que estamos asistiendo a la caída del "imperio del dogma".
-¿No es muy difícil, para una institución que ha sobrevivido tanto tiempo
y a tantos cambios, quitarse de encima ciertos atavismos, ciertas inercias
jerárquicas?
-Sí, pero si no nos sacudimos este tipo de inercias, nos
quedan dos telediarios. Lo que tenemos que hacer en este momento es reciclarnos
en el silencio, volviendo a la fuente (al Evangelio), y viendo qué es lo
realmente esencial y qué es prescindible. Jesús pasó por este mundo
precisamente quitando cruces, no poniéndolas. Y si la gente no viene a
nosotros, a lo mejor lo que tenemos que hacer es ir a buscarlos.
Un joven me
decía, a partir del spot publicitario del Día de las Vocaciones de los
seminarios, que no entendía eso de rezar por las vocaciones. "Si vosotros
hicierais algo que fuera realmente interesante, la gente vendría. No tendríais
que suplicar", me decía. En América Latina nos quejamos de que muchas veces la
gente de determinada zona se va al seminario para mejorar su estado de vida,
para tener la vida asegurada aunque sea con un trabajo no muy bien pagado.
Queremos desesperadamente que vengan, pero no sabemos lo que tenemos entre
manos. Si ofreciéramos un espacio en el que se sientan bien, trabajaríamos
juntos.
-¿Cómo te sientes como mujer dentro de la Iglesia?
-En el día a
día, yo me doy cuenta de que tenemos un campo impresionante para
trabajar, pero lo que a veces da un poco de pena es sentir que estás como en
la frontera. No lo digo sólo por mí, sino por tantísimas mujeres que están
trabajando en la investigación teológica, en el servicio... La mujer todavía
no está siendo reconocida. Otra cosa es que la Iglesia ha tenido que aceptarlo
por narices. No por convicción, sino porque no les quedaba otra.
-¿Es común en la historia de la Iglesia que los cambios se produzcan así,
porque no queda otra, en vez de por convencimiento?
-Exactamente. Por eso
yo pienso, cuando dicen que no tenemos vocaciones, que todavía tenemos muchas.
Tenemos que creer que Dios era fiel cuando los seminarios estaban llenos, y
ahora también, en la precariedad. A lo mejor son los signos de los tiempos,
que nos están diciendo que Dios quiere otro cambio, otro tipo de presencia, de
ministerios, de servicios. Y yo creo que hay muchas mujeres que están haciendo
un servicio impresionante. Aquí mismo, en la Comunidad de Madrid, ¡la
cantidad de religiosas que están trabajando en los barrios, en el Gallinero, con
los inmigrantes, en las parroquias...! En cambio, resulta que es un papel
totalmente secundario.
A mí me hizo mucha gracia cuando, una semana antes de
la vista del Papa a Barcelona para consagrar la Sagrada Familia, me hizo una
entrevista el famoso Follonero. Él me dijo que la mujer estaba siendo maltratada
en la Iglesia, que nosotras estamos sólo para cosas secundarias, para limpiar,
para atender a los curas... Y yo le dije: "¡Hombre, Jordi, eso era antes!". Pero
es cierto que a veces parece que somos las mujeres las que no estamos
invitadas al banquete, y ni siquiera a poner la mesa. Tan sólo a
limpiarla.
-Háblanos de tu fundación en Manresa.
-El torno del monasterio fue
para mí un espacio de grandes revelaciones, y no porque se me apareciera nadie.
Simplemente porque, a raíz de la crisis, en el año 2008 empezó a aumentar de
forma impresionante las personas que venían a pedir algo para comer. Nuestra
comunidad tenía por norma compartir, y que nadie se fuera sin lo que necesitaba
en este sentido. Pasamos de tener unas 15 personas que venían cada día, y
tres familias a la semana; a tener, en 2009, 45 familias que venían cada
día. Eso como comunidad ya no lo podíamos aguantar. Entonces, hicimos una
llamada solidaria a la ciudadanía, y constituimos una Plataforma Ciudadana de
Solidaridad. Nos trasladamos a un local en Manresa, y estuvimos así unos meses,
dando alimento a esta gente, que la mayoría eran inmigrantes o jóvenes que no
podían pagar la hipoteca y que estaban viviendo en los coches. Los primeros
expulsados del sistema.
Esto fue creciendo, y en el mes de noviembre del 2009
teníamos 250 familias y unos 40 voluntarios. Y yo tenía ya una angustia vital,
porque veía que tenía que pagar facturas y que no llegaba. Y en una noche de
insomnio le escribí una carta a Rosa Oriol, la esposa de Salvador Tous
(ellos son manresanos), pidiéndole que por favor nos echara una mano. A las
24 horas su hija se me presentó en el monasterio. Durante un año y medio nos
estuvieron ayudando de forma totalmente discreta, no querían que se supiera
nada. Hasta que nosotros decidimos que teníamos que hacer una Fundación, porque
las empresas que nos estaban ayudando lo exigían para desgravarse. Necesitábamos
un capital fundacional que no teníamos, y ellos lo pusieron. A partir de ahí
hicimos los estatutos, vimos hacia dónde queríamos ir... no lo teníamos nada
fácil. Los profesionales de la caridad de toda la vida nos lo pusieron fatal.
"Lo que estáis haciendo es asistencialismo", nos decían. "Hay que dar la caña y
enseñar a pescar". Y yo decía: "¡Pero imbéciles, no os daréis cuenta de que
tendremos pescadores muertos de hambre! ¡Si no hay trabajo!". Nosotros no
queríamos ser un recurso, sino ir a las raíces de la problemática que tenía esta
gente. Necesitábamos un tiempo para escuchar y para ir abriendo camino.
Al
final constituimos la Fundación. Tenemos a la familia Tous, que nos está
ayudando de manera incondicional, y otras muchísimas empresas que están detrás
de nosotros; y sobre todo tenemos, como yo digo, "un ejército de
voluntarios". Más de 200 voluntarios, que son un capital muy importante.
Ellos son el motor, porque por muchas empresas que haya detrás, con la necesidad
que hay, es insuficiente. El éxito radica en el capital humano de gente que está
cada día dedicando horas. Eso no tiene precio. Somos de las pocas fundaciones
(y lo digo con mucho orgullo) que no tenemos a nadie contratado. Esto a
algunos les resulta incómodo, y nos dicen que necesitamos profesionales. Pero la
única diferencia entre nuestros voluntarios y los profesionales de la
asistencia, es que unos cobran u otros no. Porque entre nuestros voluntarios
tenemos gente capacitada en diferentes ámbitos, y gente que ha decidido dedicar
su tiempo a los otros.
Escuchando a la gente, nos dimos cuenta de que lo que
hacía falta era trabajo. Pero también hemos pensado que cuando salgamos de
esta situación de crisis, tenemos que ir hacia un planteamiento de un
decrecimiento económico. Nos hemos creado muchas necesidades que son
totalmente prescindibles, y por otra parte nos estamos cargando el planeta. Por
tanto, tenemos que crear trabajo, no de cualquier manera.
-¿De manera sostenible?
-Exacto. Estamos creando, por ejemplo, una
cooperativa para trabajar el campo, con personas que vienen a la Plataforma de
Alimentos. Hemos creado unos talleres de convivencia con mujeres de la
Plataforma y voluntarias. Y todas aprenden. Hay algunas usuarias que son
profesionales, y que enseñan al voluntario. Y así, juntos, ver si podemos crear
una cooperativa para que mujeres que hace 10 años que no salían de cada puedan
recuperar su autoestima. Y, por otro lado, que comiencen a ganarse algo por
ellas mismas.
También estamos construyendo un albergue para gente que
está en la calle. Y yo llevo ya unos meses pidiendo un espacio para
construir un centro de día donde la gente pueda ducharse, por ejemplo. A mucha
gente le han cortado la luz, le ha cortado el agua. Un centro de baja exigencia,
pero que dé respuesta a esto. Ésta es una de las frustraciones que tengo, una
espinita clavada. Pero me dicen que lo conseguiré, así que seguiré
insistiendo.
-¿Qué hace una monja de clausura pasando tanto tiempo fuera? ¿No te dirán
los críticos que la clausura es estar dentro, que estás haciendo demasiadas
cosas? ¿No te preguntan que por qué te metiste a monja de clausura, si estás
todo el tiempo fuera del convento?
-Yo entré en la vida religiosa porque
quería hacer cosas para ayudar a la gente. Después de formarme, estudiar
teología y estar unos años en frenética actividad, trabajando en las villas del
gran Buenos Aires, sentí una profunda nostalgia, o necesidad, de algo
más. No sabía bien qué era. Fue cuando di el paso y entré al monasterio.
Estuve cinco años viviendo en Torrente, Valencia, y fueron años de gran
felicidad para mí. Cinco años en lo hondo del surco: tiempo de silencio, de
oración, de reflexión, de pasar las cosas por el corazón, de renovar amores...
de tomar fuerza. Después me fui a Manresa.
Con toda esta fuerza y esta
inquietud que tenía dentro, descubrí que la vida contemplativa no era sólo
contemplar para adentro, sino contemplar, como dice Felicísimo Martínez, "con
los ojos abiertos". Esto me cambió la vida porque, si tú ves, no puedes
quedarte con los ojos cerrados. Es la imagen de la zarza que arde sin
consumirse. ¿Qué es lo que le inquieta a Dios? Que ha oído los clamores de su
pueblo y no lo puede soportar. Por eso nos envía. La gran manifestación
mística y espiritual a Moisés es ésta: que Dios no lo soporta, y nos envía.
A
partir de ahí fue todo movimiento: descubrí que mi claustro no son los
límites del monasterio, sino también el mundo. Reconozco que es un caso
atípico, por eso tengo una vida muy activa. Pero gracias a mi comunidad y a mi
estilo de vida, tengo también mucho tiempo de contemplación y de estudio. Mi día
empieza a las 5 y media de la mañana, y hasta las 9 y media o 10 de la mañana,
estoy dedicando mi tiempo a la oración y a la reflexión. Si no, sería imposible
hacer lo que estoy haciendo. Con lo cual, a los que me preguntan que por qué no
dejo la vida contemplativa, les contesto que no tengo por qué dejarla. Al
contrario: yo creo que ahí está la riqueza de carismas dentro de una comunidad,
y que la vida contemplativa a mí me exige esto en estos momentos.
Dicen que
todos los dominicos siempre tienen que citar a Santo Tomás. Pues bien, Santo
Tomás, cuando se pregunta por la vida activa y la vida contemplativa, y por cuál
de las dos es lo más perfecto, llega a la conclusión de que la vida mixta.
Porque es mejor arder e iluminar, que sólo arder o sólo iluminar. Para
iluminar tienes que arder. Nadie da lo que no tiene. Por tanto, mi lema, en
este sentido, es "contemplar y dar lo contemplado".
Fonte: RELIGIÓN DIGITAL
Nenhum comentário:
Postar um comentário