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sexta-feira, 6 de abril de 2012

Assim matavam os soldados de Hitler

Un libro recoge inéditas escuchas secretas a los prisioneros alemanes

Revelan una sorprendente brutalidad gratuita


Imagen de la ejecución de rehenes por la Wehrmacht / AP

“Me lo cargaba todo: autobuses en las calles, trenes de civiles. Teníamos órdenes de machacar las ciudades. Yo disparaba contra todos y cada uno de los ciclistas”. Así se despachaba el suboficial Fischer (*), piloto derribado de un caza Messerschmitt 109 en mayo de 1942 en una conversación con un colega en un centro de internamiento de prisioneros británico sin saber que estaba siendo oído por sus captores. “Hicimos algo muy bonito con el Heinkel 112”, explicaba otro aviador a un camarada en las mismas circunstancias y en tono jocoso. “Le instalamos un cañón delante. Luego volábamos sobre las calles a baja altura y cuando nos cruzábamos con coches encendíamos las luces y ellos se pensaban que tenían delante otro coche. Y entonces hacíamos fuego con el cañón”. “Reventamos un transporte de niños”, comenta creyéndose en la intimidad el marinero Solm, tripulante de un submarino. “Un transporte infantil… para nosotros fue todo un placer”. “En Italia, a cada lugar al que llegábamos, el teniente escogía al azar 20 hombres”, narra el cabo Sommer del regimiento blindado de granaderos número 29. “Todos para el mercado, se acercaba uno con tres ametralladoras –rrr…¡rum!- y todos tiesos. Así es como se hacía”. Sommer y su interlocutor, Bender, del comando de intervención número 20 de la Marina (una unidad especial de nadadores de combate con fama de duros), ríen a gusto…
Son algunos de los muchos testimonios terribles recogidos por los aliados en el marco de un programa de escuchas secretas sin precedentes que arrojó un material escalofriante sobre la forma de luchar y sobre todo de matar del Ejército alemán en la II Guerra Mundial. Ese conjunto de documentación inédito en buena parte ha sido diseccionado y estudiado ahora por dos investigadores alemanes, Sönke Neitzel, catedrático de historia moderna, y Harald Welter, psicólogo, ambos miembros del instituto de ciencias culturales de Essen, que han recogido su trabajo en el libro Soldaten (2011), recién publicado en España bajo el título Soldados del Tercer Reich, testimonios de lucha, muerte y crimen (Crítica, 2012).

Reventamos un transporte infantil, para nosotros fue un placer
Durante la II Guerra Mundial, Gran Bretaña y EE UU retuvieron a cerca de un millón de prisioneros alemanes (en las filas de la Wehrmacht combatieron 17 millones de soldados). De ellos varios millares fueron llevados a campos especiales preparados al efecto y sometidos a pormenorizadas escuchas. Cabe imaginar que a algunos de los oyentes les habrá costado mantener la frialdad profesional cuando oían por ejemplo explicar cómo el sargento primero berlinés Müller, tirador de precisión, se cargaba sistemáticamente en Francia a las mujeres que se acercaban con ramos de flores a los soldados liberadores aliados.
El Centro de Interrogación Detallada de los Servicios Combinados (CSDIC) británico levantó 16.960 actas de lo escuchado a escondidas a los soldados alemanes que suman cerca de 50.000 páginas, mientras que los estadounidenses también extrajeron mucho material de 3.298 prisioneros cuidadosamente seleccionados de la Wehrmacht y las Waffen-SS y recluidos en Fort Hunt, Virginia. La diversidad de los espiados es completa, con todos los currículos militares imaginables, desde soldados ordinarios, de tropa corriente, hasta generales. Los miembros de las unidades de combate y particularmente de los submarinos y de la Luftwaffe están especialmente representados.
Los prisioneros hablaban con total libertad entre ellos sin tener ni idea de que estaban siendo escuchados. Para animarlos, se introducía entre los cautivos a agentes, exiliados y prisioneros dispuestos a colaborar. Pero los mejores resultados se consiguieron colocando juntos a prisioneros de rangos similares y de la misma arma. Se pirraban los tíos por contarse unos a otros sus experiencias, sus vivencias de combate y los detalles técnicos de sus útiles de guerra, ya fueran aeroplanos, tanques, submarinos o morteros.

Neitzel se topó con los expedientes en el Archivo Nacional británico
Con las escuchas, los aliados pudieron formarse una idea muy exacta del estado, la moral y la táctica de todos los ámbitos del Ejército alemán así como de detalles técnicos de su armamento. Lo que no imaginaban los servicios secretos es que más de medio siglo después, los historiadores y psicólogos iban a encontrar un filón dorado –o más bien gris pánzer- en esa documentación. Neitzel se topó con los antiguos expedientes en el Archivo Nacional británico. “Había actas y más actas”, dice en el prólogo de su libro. “Quedé absorbido por la lectura de las conversaciones y me sentí transportado de inmediato al mundo interior de la guerra”. Lo que más le sorprendió, dice, “fue la franqueza con la que hablaban de luchar, matar y morir”.
Autores como Joanna Bourke (An intimate history of killing, 1999) o Samuel Hynes (The soldier’s tale, 1997) ya nos habían mostrado qué fácil y hasta placentero puede ser matar para el soldado. Y Wolfram Wette había revelado la culpabilidad homicida y criminal del Ejército regular alemán destripando el mito de una Wehrmacht limpia en contraposición a unas SS que se habrían encargado de las tareas sucias y de perpetrar los asesinatos en la II Guerra mundial (La Wehrmacht, Crítica, 2006). Pero Neitzel y Welter van más allá en su forma de exponer y analizar el impulso violento de los soldados del III Reich.
Probablemente lo más perturbador de las escuchas es constatar que para matar no hacía falta estar especialmente adoctrinado ideológicamente ni brutalizado por la experiencia bélica. En los testimonios se oye a los militares explayarse sobre acciones terriblemente violentas de una gratuidad absoluta, llevadas a cabo en situaciones en las que no estaban sometidos a ningún estrés y cuando no llevaban suficiente tiempo luchando como para haberse librado de la capa de civilización que supuestamente impide cometer actos así. Son ya extremadamente violentos de entrada, sin necesidad de ninguna introducción en la barbarie. Tipos que ni siquiera son especialmente nazis. Es como para perder la fe en el ser humano. “El acto de matar a otros y la violencia extrema pertenecen a la vida cotidiana del narrador y de sus interlocutores”, señala Welter. “No son nada extraordinario y hablan sobre ello durante horas al igual que hablan de aviones, bombas, ciudades, paisajes y mujeres”.

El libro aprovecha el material para diseccionar el ejército alemán
“Para mí, lanzar bombas se ha convertido en una necesidad”, dice un teniente de la Luftwaffe en una de las escuchas. “Emociona de lo lindo, es un sentimiento fantástico. Es tan bonito como cargarse a alguien a tiros”. En otra conversación, un aviador comparte el placer de cazar soldados solitarios desde su aparato “y también gente común”, que “corría como loca en zigzag”. El piloto llevaba solo cuatro días de campaña de Polonia y ya sentía gusto al matar por el simple hecho de hacerlo, con indiferencia de a quién alcanzaba. “Violencia autotélica”, la denominan Neitzel y Welter, matar por matar. Experimentar la sensación de ejercer ese último poder total, y sin castigo. “Esa clase de violencia no requiere de causa ni motivo”.
“Macho, ¡no sabes lo que me llegué a reír”, dice otro aviador que hacía saltar casas por los aires. Y otro: “Abatimos cuatro aviones de pasajeros”. “¿Íban armados?”. “Nones”. El teniente Hans Hartigs, del escuadrón de cazas 26, sobre un vuelo en el sur de Inglaterra: “Nos cargamos a mujeres y niños de cochecitos”. “Los dejamos a todos tiesos, secos. Hombres, mujeres, niños, los sacamos de la cama a todos”, cuenta el cabo paracaidista Büsing de sus acciones en Francia tras la invasión de los aliados. A veces se esgrimen motivos de una irrelevancia atroz: “A un francés le pegué un tiro por detrás. Iba en bicicleta”. “¿Te quería capturar?”. “Ni por asomo. Era que yo quería la bicicleta”.

Es un universal de la guerra el no necesitar motivos para matar
Soldados del Tercer Reich aprovecha el material de las escuchas para realizar una disección extraordinaria del Ejército alemán –desde el sistema de condecoraciones al trato a los prisioneros, la violencia sexual o las Waffen-SS, sin olvidar la participación de las unidades militares regulares en el genocidio judío o la diferencia de moral entre las diferentes armas-. La fe en Hitler –al que los soldados caracterizan con rasgos similares a los de una estrella del pop actual (!), la falta en general de conciencia entre las tropas de que se estuviera llevando a cabo una guerra racial como machacaba la propaganda, la importancia en cambio del grupo y la camaradería, el respeto que se daba a conceptos como el valor, la dureza y la disciplina y ¡al trabajo bien hecho!, o el juicio que se hace en las conversaciones de mandos como Rommel (“valiente, intrépido” pero “sin escrúpulos”), son algunas de las materias que examinan los autores.
Neitzel y Welter, que aportan ejemplos de militares de otras contiendas y sostienen que es un universal de la guerra que el soldado no necesita motivos para matar (“los motivos son indiferentes”, “mata porque es su función”), citan en el capítulo final el elocuente testimonio de un soldado alemán Willy Peter Reese, que cayó en la II Guerra Mundial. “El hecho de que fuéramos soldados bastaba para justificar los crímenes y las depravaciones y bastaba como base de una existencia en el infierno”.

Fonte: EL PAIS (España)

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(*) Curiosidade: FISCHER é um patronímico judaico (como se constata nas matérias abaixo), o que provoca um certo embaraço para nós outros entendermos como estava do lado alemão:

Edição n.24 – Julho 2010



Jan Fischer - um grande amigo dos judeus

Fernando Bisker- Miami- EUA- (Editado por Ana Bisker)
Acaba de assumir o novo primeiro ministro da República Tcheca, Petr Nečas que dificilmente chegará a marcar seu lugar
na história da mesma forma que seu antecessor Jan Fischer, conhecido amigo de Israel e dos judeus.









O pai de Fischer, judeu e sobrevivente do Holocausto, era mais uma das vítimas que carregava no corpo e na alma a
carga pesada e horripilante dos campos de concentração.
Ao crescer, Fischer recebeu o peso de um Holocausto, mas
também um carinho e amor ao judaísmo que ultrapassaram até mesmo o fato de Jan não ser tecnicamente judeu,
sabendo-se filho de uma não-judia. Levado pelo sentimento de amor pelo judaísmo e pelo povo judeu, Jan sempre
esteve presente na sinagoga, participando das festividades judaicas. Jan Fischer casou-se pela primeira vez com uma
mulher judia e teve dois filhos.  Já no segundo casamento, com uma mulher não-judia, teve um filho, chamado também
Jan.

Seu filho Jan, também tecnicamente não-judeu de berço, decidiu estudar Torah, foi visitar Israel, e, aos poucos, decidiu
converter-se ao judaísmo de acordo com as leis do tribunal rabínico ortodoxo em Israel. Jan Fischer filho estudou em
uma yeshivá ortodoxa e é hoje um típico judeu ortodoxo. Seu pai, Jan Fischer, então primeiro-ministro Tcheco, apoiava-o
incondicionalmente, sempre muito emocionado ao ver seu filho voltar à religião de seu próprio pai. Ao ser convidado pela
comunidade local para a cerimônia de acendimento de velas de Chanuká, não precisou de intérprete nem porta-voz, pois
já sabia a reza de memória - em Hebraico.








No último Pessach, o primeiro-ministro decidiu fazer o Seder com o rabino de Praga, Rav Manis Barash. Fischer pediu ao
rabino, se possível, que o recebesse com discrição absoluta, e mantivesse sua identidade em sigilo para que ele
pudesse aproveitar a festa. Num salão lotado com 250 participantes, muitos olhavam para o primeiro-ministro, mas
chegavam à conclusão mais provável de que deveria ser alguém muito parecido. Ao final do Seder de Pessach, em que
se entoa a mântrica melodia Chad Gadyá , o rabino finalmente fez sua revelação ao público: "Agora que já terminamos o
Seder, e todos puderam aproveitar de forma natural esta noite tão especial,  temos todos o dever e o prazer de receber
oficialmente o nosso primeiro-ministro, Sr. Jan Fisher, que muito nos honra com sua presença no nosso Seder de
Pessach. Emocionados, todos levantaram-se e viraram-se para a porta, numa repetição do gesto realizado não muito
tempo antes à espera de Eliahu Hanavi. Ao perceber que não havia sinal de nenhuma grande aparição do chefe de
estado, confusos, voltaram-se para novamente para o rabino, que continuou: "Sr. Jan Fischer, presente no canto da
mesa, por gentileza pronuncie para nós algumas palavras nesta noite tão especial."  Todos aplaudiram, sem conseguir
acreditar que nas últimas duas horas ele havia estado lá, participando de todas as partes da cerimônia - "Avadim Ainu",
"Ma Nishtaná", e tudo mais. Jan Fischer levantou-se e pronunciou um discurso emocionado.










Em entrevista à revista Mishpachá de Israel, disse: "Meu pai sempre me contou sobre suas memórias, sobre o
Holocausto, e sempre que possível participávamos de cerimônias que lembravam os horrores deste genocídio. Mas o
que eu mais me lembro em minha infância era quando íamos para a sinagoga, participávamos das rezas nas
festividades. Nunca me esqueci daquele ar de pureza e santidade que cercava a todos os presentes. Lembro-me
também do Purim, dos presentes que dávamos e recebíamos. Adorava participar da preparação das matzot no quintal da
sinagoga de Praga, com os grandes rabinos da época que lá viviam. Lembro-me ainda do gosto saboroso daquelas
matzot. E agora, pelo mérito do meu filho Jan, que tornou-se judeu e cumpre à risca os preceitos judaicos, a família
Fischer poderá novamente perpetuar nossas tradições", concluiu.

Fonte: http://shaareibina.com

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Sobrenomes Judaicos - Fonte: http://www.pt.chabad.org


Os judeus ashkenazim dão a seus filhos os nomes dos ascendentes falecidos. Isso tem a ver com a crença no restabelecimento da alma e com a honra eت recordação do morto. Se pudesse seguir sua árvore genealógica, alguém queت se chame Moisés encontraria tataravôs chamados Moisés a cada três gerações.
Os judeus sefaradim dão a seus filhos o nome dos avôs, que geralmente estão vivos. Assim, numa árvore genealógica sefaradí vai-se encontrar o mesmo nome a cada uma geração em média. Se alguém ler a história da Espanha não saberá às vezes distinguir quem morreu e quem continua vivo. Será o avô ou o neto?
Outras vezes encontramos o filho com o mesmo nome que o pai; contudo esse é um costume cristão que se encontra entre os judeus sefaradim depois que deixaram a Espanha, devido à Inquisição. Diferentemente dos aristocratas e das pessoas ricas, os judeus não tinha sobrenomes na Europa Oriental até os anos napoleônicos, nos princípios do século XIX. A maior parte dos judeus dos países conquistados por Napoleão, como Rússia, Polônia, e Alemanha, receberam a determinação de adotarت sobrenomes para a cobrança de impostos. Entretanto, após a derrota de Napoleão, muitos judeus retiraram estes nomes e voltaram à denominação de "filho de", surgindo então sobrenomes como: Mendelsohn, Jacobson, Levinson, etc.
Durante a chamada Emancipação, os judeus mais uma vez receberam a ordem de adotar sobrenomes. Na Áustria e na Galícia, o imperador José fez os judeus adotarem sobrenomes em 1788. As "listas de sobrenomes" do Impérioت Austro-Húngaro, em geral, usavam palavras em alemão, muito parecidas com ídiche. A Polônia ordenou os sobrenomes em 1821 e a Rússia em 1844. É provável que algumas das famílias judias já tivessem recebido seus sobrenomes nos últimos 175 anos ou menos. Na França e nos países anglo-saxônicos os sobrenomes voltaram no século XVI.
Os sefaradim recuperaram seus sobrenomes após muitos séculos. A Espanha, antes de Fernando e Isabel, concebeu uma época de ouro para os judeus. Contudo, eles foram expulsos por Isabel no mesmo ano em que Colombo partiu para a América. Além disso, os primeiros judeus americanos também eram sefaradim.
Significado dos sobrenomes
Sobrenomes Ashkenazim
Há dezenas de milhares de sobrenomes judeus utilizando a combinação das cores, dos elementos da natureza, dos ofícios, cidades e características físicas. Um pequeno exercício é perguntar: Quantos sobrenomes judaicos podemos reconhecer com a raiz das seguintes palavras:
Cores: Roit, Roth (vermelho); Grun, Grin (verde); Wais, Weis, Weiss (branco); Schwartz, Swarty (escuro negro); Gelb, Gel (amarelo)
Panoramas: Berg (montanha); Tal, Thal (vale); Wasser (água); Feld (campo); Stein (pedra); Stern (estrela); Hamburguer (morador da vila)
Metais, pedras preciosas e mercadorias: Gold (ouro); Silver (prata); Kupfer (cobre); Eisen (ferro); Diamant, Diamante (diamante); Rubin (rubi); Perl (pérola); Glass, (vidro); Wein (vinho) Vegetação: Baum, Boim (árvore); Blat (folha); Blum (flor); Rose (rosa); Holz (Madeira)
Características físicas: Shein, Shen (bonito); Hoch (alto); Lang (comprido); Gross, Grois (grande), Klein (pequeno), Kurtz (curto); Adam (homem)
Ofícios: Beker (padeiro); Schneider (alfaiate); Schreiber (escriturário); Singer (cantor); Holtzkocker (cortador de madeira); Geltschimidt (ourives); Kreigsman, Krigsman, Krieger, Kriger (guerreiro, soldado); Eisener (ferreiro); Fischer (peixeiro, pescador); Gleizer (vidreiro)
Utilizaram-se as palavras de forma simples, combinadas e com a agregaçãoت de sílabas como "son", filho; "man", homem; "er", que designa lugar,ت agregando-se, preferencialmente, após o final do nome da cidade. Em muitos países adaptaram-se as terminações dos sobrenomes ao uso do idioma do país como o sufixo "ski", "sky" ou "ska" (para o caso de nomes de mulher), "asتت ", "iak", "shvili", "wicz" ou "vich". Na Polônia, a mulher tinha um sobrenome diferente do masculino, terminava em "ska", no lugar de "ski",تت indicando assim o seu gênero. Desta forma, com a mesma raiz, temos, por exemplo: Gold, que deriva Goldman, Goldrossen, Goldanski, Goldanska, Goldas, Goldiak, Goldwicz, etc.
A terminação indica que idioma se falava naquele país de onde se originouتت o sobrenome:
Nomes de cidade ou país de residência: Berlin; Berliner; Frankfurter; Danziger; Oppenheimer; Deutsch ou Deutscher (alemão); Pollack (polonês);تت Breslau; Mannheim; Cracóvia; Warshaw (Varsóvia).
Nomes complexos: Gluck (sorte); Rosen (rosas); Berg (montanha); Rosenblatt (papel ou folha de rosas); Rosenberg (montanha de rosas); Rothman (homemتت vermelho); Koenig (rei); Koenigsberg (a montanha do rei); Spielman (homemتت que joga); Lieber (que ama); Wasserman (homem da água
Nomes designados (normalmente indesejáveis): Plotz (morrer); Klutzت (desajeitado); Billig (barato).
Sobrenomes sefaradim
Entre os sobrenomes judaicos espanhóis é fácil reconhecer ofícios designados em árabe ou em hebraico, como: Amzalag (joalheiro); Saban (saboneiro); Nagar (carpinteiro); Haddad (ferreiro); Hakim (medico).
Profissões relacionadas com a sinagoga: Hazan (cantor); Melamed (maestro); Dayan (juiz); Cohen (sacerdote); Levy, Levi (auxiliar do templo).
Títulos honoríficos: Navon (sábio); Moreno (nosso mestre) e Gabay (oficial).
Muitos sobrenomes espanhóis adquiriram pronuncia ashkenazi na Polônia, como, por exemplo, Castelanksi, Luski (que vem da cidade de Huesca, na Espanha) ou tomaram como sobrenome Spanier (espanhol), Frender (estranho)تت ou Auslander (estrangeiro).
Na Itália, a Inquisição se instalou depois da Espanha, o que levou os judeus italianos a emigrarem para a Polônia. Apareceram, então, o sobrenome Italiener e Welsch ou Bloch, porque a Itália é também chamada de Wloche em alemão.
Sobrenomes oriundos da Torá
Uma boa quantidade de sobrenomes judaicos deriva dos nomes bíblicos ou deت cidades européias da Ásia Menor. Exemplo: o nome de Abraham (Abrahão) Filho de Abraham se diz diferentemente em cada idioma: Abramson, Abraams, Abramchik, em alemão ou holandês; Abramov ou Abramoff, em russo, Abramovici, Abramescu, em romeno; Abramski, Abramovski, nas línguas eslavas; Abramino, em espanhol; Abramelo, em italiano; Abramian, em armênio; Abrami, Ben Abram, em hebraico; Bar Abram, em aramaico, Abramzadek ou Abrampur, em persa; Abramshvili, em georgiano; Barhum ouت Barhuni, em árabe. Podem-se constatar essas variações também quanto aos sobrenomes derivados de Isaac e Jacob.
Os judeus de países árabes também usaram o prefixo "ibn". Os cristãos também passaram a usar seus sobrenomes com agregados que significam "filho de". Os espanhóis usavam o sufixo "ez", os suecos o sufixo "sen" e os escoceses "Mac", mas no início do sobrenome. Os sobrenomes judaicos não tomaram a terminação sueca, nem o prefixo escocês.
Há também sobrenomes que seguem o nome de mulheres, mas é menos comum. Às vezes isto ocorria porque as mulheres eram viúvas ou por terem sido figuras dominantes na família. Goldin vem de Golda; Hanin de Hana, Perl ou Perles de Rivka. Um fato curioso apresenta o sobrenome Ginich: a filha do Gaon de Vilna se chamava Gine, e se casou com um rabino vindo da Espanha. Seus filhos e netos ficaram conhecidos como os descendentes de Gine e tomaram o sobrenome Ginich.
Também há sobrenomes derivados de iniciais hebraicas, como Katz ou Kac, que, em polonês, pronuncia-se Katz. São duas letras em hebraico, K e Z, iniciais das palavras Kohen Zedek, que significa "sacerdote justoî.
Sobrenomes adquiridos em viagens
Nos sobrenomes que derivam de cidades, a origem é clara em Romano, Toledano, Minski, Kracoviac, Warshawiak (de Varsóvia). Outras vezes o sobrenome mostra o caminho que os judeus tomaram na diáspora. Por exemplo, encontramos na Polônia sobrenomes como Pedro, que é um nome ibérico. O que indica? Foram judeus que escaparam da Inquisição espanhola no século XV. Em sua origem, possivelmente eram sefaradim, mas se mesclaram e adaptaram ao meio Ashkenazi.
Muitas avós polonesas se chamam Sprintze. De onde vem esse nome? O que significa?
Lembrem-se que em hebraico não se escrevem as vogais, assim se escreve em letras hebraicas o nome Sprinz, que em polonês se lê Sprintze. Mas como leríamos esse nome se colocássemos as vogais? Em espanhol, seriaتت Esperanza e, em português, Esperança, que escrito em hebraico é lido em polonês resulta Sprintze.
Mudança de sobrenomes
Existem muitas histórias de mudanças dos sobrenomes. Durante as conversões forçadas na Espanha e em Portugal, muitos judeus se converteram, adotandoتت novos sobrenomes, que as paróquias escolhiam para os "cristãos novos", como, Salvador ou Santa Cruz.
Mais tarde, ao fugir para a Holanda, América ou ao Império turco, voltaram à religião judaica, sem perder seu novo sobrenome. Assim apareceram sobrenomes como Diaz ou Dias, Errera ou Herrera, Rocas ou Rocha, Marias ou Maria, Fernandez ou Fernandes, Silva, Gallero ou Galheiro, Mendes, Lopez ou Lopes, Fonseca, Ramalho, Pereira e toda uma série de denominações de árvores frutíferas (Macieira, Laranjeira, Amoreira, Oliveira e Pinheiro).تتO u ainda de animais como Carneiro, Bezerra, Lobo, Leão, Gato, Coelho, Pinto e Pombo.
Outra mudança de sobrenomes foi causada pelas guerras. As pessoas perderam ou quiseram perder seus documentos e se "conseguia" um passaporte com sobrenome que não denunciava sua origem, para cruzar a salvo uma fronteira.
Nos fins do século XIX, o Czar da Rússia exigia 25 anos de serviço militar obrigatório, especialmente dos judeus. Muitos imigrantes fugiram da Rússia e da Ucrânia com passaportes mudados para evitar uma vida dedicada ao exército do Czar.
Outra questão é que somos filhos de imigrantes, e muitos sobrenomes se desfiguraram com a mudança de país e de idioma. Às vezes eram os funcionários da Alfândega ou da Imigração, outras o próprio imigrante que não sabia espanhol, ou escrevia mal. Por isso, muitos integrantes da mesma família têm sobrenomes similares em som, mas escritos com grafia diferente 



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