Para o povo, simplório e iludido pelas "religiões", estas equivalem a deuses e seus oponentes (diabos, etc...), santos e outros embustes do gênero.
Para os agentes dos "cultos' (leia-se grupos econômicos), desde a base da pirâmide, até os mais altos postos da hierarquia, os cultos são apenas as máscaras da ganância.
Ou alguém pensa mesmo que, no monoteísmo, a luta é pela predominância na preferência divina (Javé ou Alá)?
Ou ainda: alguém acredita que a pugna dos judeus cinge-se à idéia fixa de ser considerado o "povo preferido de Deus"?
Toda essa história de luta pelo predomínio religioso, pela existência ou inexistência de um ou mais deuses, ou pela imposição da democracia é pura falácia.
As verdadeiras batalhas são travadas por motivações econômicas e financeiras, pelo domínio dos "mercados".
A fé e a ideologia são argumentos falsos, cínicos, de que se utilizam os exploradores das fragilidades humanas no afã de dominar o comércio no sentido mais amplo da palavra.
-=-=-=-=-=
Anthony Pagden
Una guerra sin fin
El historiador Anthony Pagden da las claves de 2.500 años de encuentros y desencuentros entre Oriente y Occidente
FERNANDO GUALDONI 15/01/2011
Cuando se cumplen diez años del 11-S, el historiador
británico Anthony Pagden ilumina los orígenes y las claves de la
confrontación entre Oriente y Occidente. Habla de su libro, Mundos en guerra,
traza un mapa de la situación actual y asegura que parte de la clave
para alcanzar la reconciliación y el entendimiento está en la
secularización.
Todo empezó con un rapto, el de Helena, esposa del rey
espartano Menelao, por parte de un lechuguino troyano, Paris. La famosa
guerra de Troya que libraron "los aqueos, griegos del noreste del
Peloponeso, y los troyanos, un pueblo casi mítico de Asia menor", es
para Anthony Pagden, autor de Mundos en guerra (RBA), el inicio
de la "enemistad perpetua" -como la llamó Herodoto- entre Oriente y
Occidente. Con un buen ritmo narrativo, mezclando mitología, hechos y
anécdotas, Pagden navega por los océanos del tiempo desde las Guerras
Médicas, la invasión de Alejandro, la conquista de Roma y la entrada del
sultán Mehmet II a Constantinopla hasta la expedición de Napoleón a
Egipto -un intento de imponer la civilización occidental sin conquista y
el origen de muchos conflictos posteriores-, la colonización europea,
la caída del imperio otomano, las dos guerras mundiales, y el nacimiento
del radicalismo musulmán. Nada menos que 2.500 años de historia que
llegan justo a tiempo para echar luz sobre un episodio tan trágico como
fue el 11-S en el décimo aniversario.
"La idea del Occidente de democracia liberal, tolerancia, igualdad y libertad está en declive"
El profesor británico de historia y ciencias políticas de la Universidad de California (UCLA) mejora el estilo de su trabajo Peoples and Empires
(Modern Library Chronicles, 2001), que en menos de 200 páginas recorre y
analiza el auge, caída y herencia de los imperios europeos. Mundos en guerra. 2.500 años de conflictos entre Oriente y Occidente
es dos veces más extenso, pero se disfruta dos veces más. El
ensayo-novela de Pagden es sumamente útil como texto de divulgación
general y no pretende competir con obras reconocidas como la Historia de los árabes
(1991) del británico de origen libanés Albert Hourani. El libro juega
en otra liga, la que intenta acercar la historia universal a la mayor
cantidad de lectores posible. Pagden, que se confiesa partidario del
Estado secular, busca con la misma franqueza analizar y explicar la
batalla entre los valores de la Ilustración y la religión.
Una
advertencia: para el autor, los países de Occidente y los de Oriente
Próximo, como los griegos y los persas en la antigüedad, están avocados a
una difícil coexistencia dado que el concepto de ciudadanía en ambos
mundos es diametralmente opuesto. Esta entrevista, hecha a medias por
correo electrónico y por teléfono entre Madrid y Los Ángeles, se produjo
entre los días del brutal atentado contra una iglesia copta en Egipto y
el asesinato del gobernador paquistaní de Punyab por su oposición a la
ley de blasfemia impulsada por el islamismo radical.
PREGUNTA.
Dice en el prefacio que la idea le surgió después de que su esposa
observara una foto de unos musulmanes iraníes rezando, que imagino
reflejaba su sumisión a Dios. ¿Es esta clase de foto la que mejor
representa el significado del islam?
RESPUESTA. Me temo
que sí. La imagen era precisamente de sumisión. El argumento
fundamental de mi libro no es, como algunos dan por sentado, un ataque
al islam como tal, ni siquiera un ataque a la religión, aunque me
disgustan profundamente las religiones monoteístas de cualquier tipo, ya
sea musulmana, cristiana o judaica. El argumento era que lo que ha
distinguido a "Occidente" de "Oriente" desde la Antigüedad hasta el
primer tramo del siglo XX, es, en términos generales, una división entre
esas sociedades donde la religión desempeña un papel reducido o nulo en
la vida civil, donde la ley se concibe fundamentalmente como un objeto
humano y, por tanto, está expuesta al cambio y la interpretación, y
aquellas -el islam en particular- en las que no existe distinción alguna
entre sociedad civil y religión y la ley se basa en los dictados de un
dios. Puesto que el dios de todos los grandes monoteísmos solo ha
hablado una vez a cada grupo -a Moisés, a Cristo o a Mahoma- y eso
sucedió hace mucho tiempo, sus leyes son, en el mejor de los casos,
extrañas y desfasadas. Lo que esa fotografía parece captar es esa
obediencia que se espera que todos los musulmanes verdaderos muestren
ante las palabras del dios como la base de toda vida humana, civil y
religiosa. Por supuesto, es una visión monolítica de las realidades de
la vida que se da en muchos estados musulmanes actuales, como digo en el
último capítulo del libro, pero eso no era lo que me interesaba al
principio. Lo que me interesaba era precisamente cómo había evolucionado
una imagen particular de Oriente en la mente occidental desde la
Antigüedad.
P. ¿Cree que la idea del islam como un movimiento
libertario más que como una religión podría seducir a los musulmanes más
moderados para que se unan a la lucha contra Occidente?
R.
Sí. Los indicios apuntan claramente a que muchos se han visto
arrastrados al islam radical, al igual que los jóvenes furiosos y
marginados de Europa se vieron atraídos en los años sesenta y setenta
por el marxismo, no tanto por su contenido, sobre el que sabían muy
poco, al igual que la mayoría de los yihadistas musulmanes parecen
conocer muy poco sobre el islam, sino porque ofrecía un medio sencillo y
violento para atacar a quienes consideraban por varias razones
responsables de sus penurias. Gilles Keppel, el erudito islámico de
origen francés, afirma con rotundidad que Al Qaeda se parece más a las
Brigadas Rojas italianas o la Baader-Meinhof alemana que a una cruzada
religiosa. Y, por supuesto, como ocurría con las Brigadas Rojas y la
Baader Meinhof, los yihadistas islámicos son una minoría pequeña aunque
muy peligrosa cuyas creencias no reflejan las de la mayoría de los
musulmanes, ya sean moderados o de otra índole.
P. ¿Debería Occidente dejar de intentar imponer la democracia liberal en Oriente?
R.
En este momento, Occidente (es decir, Estados Unidos y unos pocos
aliados reacios) solo intenta, al menos mediante una acción directa,
imponer la "democracia liberal" en dos regiones de Oriente Próximo:
Afganistán e Irak. En ninguno de esos tienen una mínima posibilidad de
éxito. Los afganos derrotaron a británicos y soviéticos y sin duda
derrotarán a los estadounidenses. Para mí, existe un fallo fundamental
en el razonamiento que subyace tras gran parte de la política exterior
estadounidense (y, por desgracia, incluso en la de su presidente Barack
Obama): que mientras un país sea estable e interese a Estados Unidos, su
forma de gobierno no constituye un problema. Aunque sea inestable,
mientras se encuentre lejos de la costa estadounidense y no suponga una
amenaza para sus intereses, puede ser acosado diplomáticamente, pero por
lo demás se le deja en paz. No se ha producido una intervención
estadounidense en Zimbabue y es poco probable que la haya en Costa de
Marfil. Sin embargo, una vez que la inestabilidad de un Estado amenaza a
Estados Unidos o sus aliados, la manera de lidiar con ello es "un
cambio de régimen", instaurando la democracia por la fuerza, y una vez
que se ha logrado (y esto generalmente significa, como ha ocurrido en
Afganistán e Irak, unas elecciones amañadas) retirarse lo antes posible,
dejando a menudo a varias empresas turbias como Halliburton para que
cosechen los considerables beneficios que genera la "reconstrucción". En
Afganistán esto está conduciendo a otro Vietnam; en Irak, probablemente
se convierta en una guerra civil a gran escala, cuyos vencedores serán
los chiíes, que luego formarán una teocracia como la de Irán. La
suposición es que la democracia liberal es la forma predilecta de
gobierno de todos los pueblos; que es, en la práctica, algo innato y que
"imponerlo" solo significa eliminar los impedimentos que se han situado
en su camino.
Asimismo, lo que nunca ha llegado a entender
Estados Unidos es que, en muchos lugares, unos comicios pueden provocar
la elección de un gobierno que sea cualquier cosa menos liberal o
demócrata. Países como Egipto y Argelia no celebran elecciones porque,
como ha demostrado sobradamente el ejemplo argelino, los ganadores con
toda probabilidad no serían demócratas laicos y moderados occidentales,
sino algún grupo musulmán extremista. Pero el motivo principal de enojo
para los musulmanes y, por tanto, el máximo atractivo del islam radical,
es el Estado de Israel. Hablando claro, los musulmanes odian a Estados
Unidos porque Estados Unidos -y, por extensión, todo el mundo occidental
no musulmán- está considerado, equivocadamente, un amigo incondicional
de Israel. Hasta que se ofrezca alguna solución a ese conflicto, los
radicales musulmanes seguirán atacando lo que ellos perciben como
Occidente. Creo que, por ejemplo, a quienes colocaron las bombas en
Madrid y Londres no les importa en absoluto el destino de los
palestinos. Pero la lucha entre Palestina e Israel es un pretexto para
dar rienda suelta a sus frustraciones contenidas por sentirse pobres y
marginados en una cultura que les es ajena.
P. ¿Dónde están los
límites de Oriente y Occidente? ¿Por dónde discurrirán las fronteras en
el futuro? ¿Cómo podemos vivir juntos en un mundo globalizado y, al
mismo tiempo, trazar una línea de respeto entre los Estados laicos y los
religiosos?
R. En el libro intento explicar que la
demarcación entre Oriente y Occidente, si bien siempre ha tenido una
forma geográfica (no muy precisa) es, a efectos prácticos, fruto de la
imaginación occidental. Así que mi respuesta es que no existe frontera.
La verdadera lucha es la que se libra entre la forma de pensar de los
grupos religiosos del tipo que sean -en este momento, los musulmanes son
los más alarmantes y peligrosos, pero puede que existan otros en el
futuro- y el pensamiento del Occidente liberal laico. Es muy posible
trazar lo que usted denomina una "línea respetuosa" entre Estados laicos
y religiosos. Estados Unidos está encantado de hacer negocios con
Arabia Saudí, el país árabe más agresivamente fundamentalista. De hecho,
George Bush, que también es un fundamentalista, sin duda tenía más en
común con los saudíes que, por ejemplo, con Zapatero, el presidente
español.
La hostilidad de Estados Unidos hacia Irán, como ha
reiterado Obama, y como Bush hizo antes que él, no tiene nada que ver
con la división entre laicismo y religión, sino que obedece a la
agresión abierta de Irán contra Israel y su aparente determinación de
desarrollar armas nucleares. Ahora el problema es dónde y cómo trazar la
línea en Londres, Madrid o París. Porque, aunque los Estados laicos y
religiosos sean capaces de mantener unas relaciones respetuosas entre
sí, los individuos dentro de ese mismo Estado no pueden. No pueden
porque muchos musulmanes de Europa han insistido en que deberían tener
derecho a hacerlo; afirman ser ciudadanos de España, pero también
insisten, por ejemplo, en que tienen el derecho divino de decidir con
quién debe casarse su hija, negarle una educación o, en los casos más
extremos, matarla si al desafiarlos ha "deshonrado" supuestamente a su
familia. En Occidente, la religión es una cuestión privada y no pública.
Y el problema con el islam, a diferencia, por ejemplo, del hinduismo,
el budismo o incluso el judaísmo, es que no reconoce que el Estado
puramente laico tenga derecho a existir, y mucho menos dictar cómo deben
vivir su vida los musulmanes.
P. ¿La preponderancia de Occidente o la idea de que Occidente se impondrá como civilización universal está en declive?
R.
Sí y no. Pero en realidad depende del significado que otorgue al
término Occidente. Si equivale a un mundo basado en el Estado de derecho
laico, en un Gobierno participativo en términos generales (aunque no
una democracia liberal como nosotros la entendemos), en la creencia en
el progreso tecnológico y la búsqueda de riqueza, todo apunta a que lo
que ha dado en llamarse "Euroasia" sigue dominando y seguirá dominando
el mundo durante un tiempo. Si, por el contrario, "civilización
occidental" equivale a algo parecido a una democracia liberal que no es
simplemente una sociedad laica gobernada por la ley, sino gobernada en
gran medida por la mayoría de sus ciudadanos y regida por los intereses
de estos; que sostiene que el Estado tiene la obligación de mantener a
sus miembros más pobres; que ningún ciudadano debe morir porque no pueda
permitirse una atención sanitaria adecuada; que debe existir igualdad
entre sexos y las diversas razas de las que está compuesta la sociedad;
que la religión, aunque nunca debe ser impuesta, ha de ser tolerada en
todo momento, al igual que las preferencias sexuales, la libertad de
expresión, etcétera, etcétera; si se refiere a eso, entonces, por
desgracia, la idea de que esa civilización se impondrá fuera de
Occidente fue abandonada hace mucho, pero cada vez se ve sometida a más
ataques dentro del propio Occidente.
P. Tras leer su libro,
resulta difícil no recordar la teoría del choque de civilizaciones de
Samuel Huntington. ¿Cree sinceramente que se impondrá el radicalismo
porque la idea de moderación solo impera en el bando occidental?
R.
No. Lo que yo he dicho es que para los musulmanes radicales, la
moderación y la tolerancia -eso no conlleva la suposición de que
cualquier forma de pensamiento o creencia sea acertada en ningún
sentido, sino la voluntad de aceptar y vivir con quienes sabemos que
están equivocados o engañados- son una virtud laica de Occidente, como
también lo es para los fundamentalistas y literalistas de cualquier
clase. Pero esto no significa que todos los musulmanes comulguen con esa
idea. Y aunque lo hicieran, no están necesariamente obligados a hacer
algo al respecto. Un radical que no ejerce su radicalismo no constituye
una amenaza para nadie. Así que una alianza de civilizaciones es
perfectamente posible.
P. El fundamentalismo musulmán ha
crecido en Oriente Próximo, pero el radicalismo cristiano también es un
fenómeno creciente en Estados Unidos. ¿Cree que el auge del radicalismo
cristiano, vinculado al ala más dura del Partido Republicano y con
capacidad para influir en la política estadounidense, es una amenaza tan
a tener en cuenta como el integrismo?
R. No. Más de la
mitad de la población de Estados Unidos cree en algún tipo de dios y un
número importante incluso afirma creer en ángeles y demonios. El país
está inundado de sensibleras historias sobre el más allá, la
intervención divina y cosas por el estilo. La mayoría de las personas
que se tragan esas historias son pobres e ignorantes, pero un número
alarmante no lo es. Los fundamentalistas cristianos ejercen una
influencia política considerable sobre la derecha porque pueden
proporcionar votos. Pero en su mayoría están obsesionados con cuestiones
sexuales -sobre todo los derechos de los homosexuales y el aborto- y
nunca han ejercido mucha influencia en alguna política real que no esté
asociada con estos asuntos. La única excepción notable era la cuestión
de la investigación con células madre. Pero la prohibición no sobrevivió
a la desaparición de la administración de Bush.
Aun así, el auge
de la sinrazón, con independencia de la forma que adopte, desde luego es
preocupante. Si en los 60, cuando yo era estudiante, alguien me hubiera
dicho que apenas 40 años después la religión sería crucial de la
política internacional y nacional lo habría tomado por loco. Así pues,
¿quién sabe qué horrores nos depara el futuro? El candidato más probable
del Partido Republicano para las presidenciales de 2012 es un hombre
que, si es fiel a las doctrinas fundamentales de su iglesia, no solo
cree que existe un dios, sino que ese dios es un hombre que en su día
vivió en otro planeta, que puedes bautizar a toda la humanidad, a todos
los seres que han vivido alguna vez, con carácter retroactivo, que las
ideas vienen dictadas por los sentimientos, que nadie debería leer nada
que no haya sido autorizado por su iglesia, y así sucesivamente. [Pagden
se refiere al mormón Mitt Romney].
P. ¿Por qué decidió excluir del libro a China, Japón y en buena parte a India?
R.
Mi historia se centra en el conflicto entre Occidente y Oriente, y cómo
en términos generales se ha concebido desde la Antigüedad. China no ha
participado en este. Hasta el siglo XVIII, lo que ahora se conoce como
Extremo Oriente apenas existía en la imaginación europea. Es cierto que,
para Montesquieu, China era el principal ejemplo de "despotismo
oriental". Otros, como por ejemplo el filósofo alemán Leibniz, aunque
creía que China estaba atrasada en el plano científico, la ensalzaban
como un modelo de rectitud moral, superior a cualquier cosa que se
encontrara en la Europa cristiana. Occidente no se enfrentó a China o
ningún otro país de Extremo Oriente hasta las Guerras del Opio del siglo
XIX, y estas fueron comerciales y no ideológicas. El caso de India es
bastante más complejo. Sin embargo, aunque los británicos y franceses
libraron guerras prolongadas en India y por supuesto Gran Bretaña llegó a
dominar todo el continente, tampoco fueron guerras motivadas o
mantenidas por un sentimiento profundo de antagonismo cultural. De
hecho, como intento explicar en el libro, existió un poderoso movimiento
de erudición -que ha continuado hasta nuestros días- que veía a India
como el hogar de todos los pueblos indoeuropeos y, por tanto, como el
origen de toda la civilización occidental, y consideraba la aldea india
el único ejemplo superviviente de la polis griega original.
Fonte: EL PAIS (España)
Nenhum comentário:
Postar um comentário