L. M. - ROMA - 31/12/2010
El banco del Vaticano fue fundado por el papa Pío XII en 1942
y desde entonces, gracias al tupido secretismo que lo protege, ha
protagonizado muchos de los episodios más turbios de la historia
italiana.
El Instituto para las Obras de Religión (IOR), como es oficialmente
conocido el banco, está bajo investigación desde hace tres meses por la
Fiscalía de Roma. En septiembre, la juez María Teresa Covatta dispuso la
confiscación preventiva de 23 millones de euros depositados bajo la
cúpula de San Pedro, porque el banco, dirigido por Ettore Gotti Tedeschi
desde hacía apenas un año, no había comunicado a las autoridades
italianas los nombres de dos clientes que habían ingresado en él 20
millones y 3 millones de euros, respectivamente.
La falta de
transparencia en estas dos operaciones configura, según los magistrados,
un delito contra las normas europeas contra el lavado de dinero. Gotti
Tedeschi y el director general del IOR son sospechosos actualmente de
blanqueo de capitales. El Vaticano les apoyó y declaró en su defensa que
Italia ya tenía toda la información sobre las dos operaciones bajo la
lupa de la Fiscalía y que solo se había tratado de un "malentendido y
mala comunicación". El Tribunal de Casación tiene que decidir aún si
desbloquea los 23 millones de euros, como pide la Santa Sede, o acoge en
vía definitiva el requerimiento de los magistrados romanos.
Este
caso es hasta el momento el último de una serie de escándalos
financieros del Vaticano que han atraído la atención de la opinión
pública mundial.El más sonado ocurrió en 1982 con la quiebra del Banco
Ambrosiano, la mayor entidad privada de Italia de la época, cuyo
principal accionista era la Santa Sede. La imagen de su presidente,
Roberto Calvi, muerto en circunstancias aún misteriosas, colgado del
puente de Blackfriars de Londres, forma parte de la memoria colectiva.
Calvi
expuso 14.000 millones de dólares del banco en operaciones en el
extranjero de altísimo riesgo, que contaban con la garantía de cartas
firmadas por el cardenal estadounidense Paul Marcinkus, el llamado banquero de Dios por su función como director del IOR desde 1971 hasta 1989.
La
bancarrota del Ambrosiano desencadenó una avalancha que arrastró a la
quiebra a una treintena de empresas. Marcinkus eludió sentarse en el
banquillo gracias a su pasaporte vaticano. La Santa Sede siempre rechazó
cualquier responsabilidad de su parte, pero sí admitió su "implicación
moral" y decidió finalmente pagar 241 millones de dólares de la época a
los acreedores de la entidad.
Muy poco se sabe sobre las
relaciones entre los políticos italianos y los banqueros vaticanos. En
2009 el periodista de investigación Gianluigi Nuzzi, en su libro Vaticano S.A.,
revelaba, gracias a los documentos legados por un ex directivo del
Instituto para las Obras de Religión, que la entidad llevaba años
lavando dinero de la mafia y abriendo cuentas secretas a nombre de
políticos, como el eterno ex primer ministro democristiano Giulio
Andreotti, banqueros y empresarios.
Fonte: EL PAÍS (España)
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